Azul hado. A tu lado, Antonio Machado

AZUL HADO, A TU LADO, ANTONIO MACHADO

Ángel Almazán de Gracia

Se desarrolla en Soria esta semana la VIII Aula Juan de Mairena de la Red de Ciudades Machadinas (27,28,29 de mayo). En su cartelería, el azul es el color de fondo, y entre las actividades culturales complementarias a las conferencias -corazón del Aula- se encuentra el documental Los días azules de la directora sevillana Laura Hojman y el espectáculo Estos días azules representado por Cocinado Danza.

En los tres casos citados la referencia al color azul se debe a ese verso último escrito con un humilde lápiz por Antonio Machado, ya exiliado en Collioure (con quien está hermanado Soria), pocos días antes de fallecer el 22 de febrero de 1939, a sus 63 años, en la más absoluta pobreza económica y «casi desnudo, como los hijos de la mar». Su hermano José encontró en un bolsillo de la ropa de Antonio un trozo de papel, arrugado, y este verso: «Estos días azules, este sol de la infancia».

Para mí tiene el «sabor» de un haiku, y sobre esta modalidad poética versa precisamente la ponencia «Alrededor de Antonio Machado: impresionismo y haiku» que impartirá en la tarde inaugural del Aula el catedrático de Literatura española en la Universidad de Valladolid y Decano desde hace 6 años en la Facultad de Educación de Soria, Ricardo de la Fuente Ballesteros, aunque no hablará de este verso precisamente.

Para mí, lo reitero, merece ser considerado como el más sintético de  los «haikus machadianos»: aquí y ahora pero también allí y antaño, lo perceptible sensorial en sincronicidad con evocaciones emotivas del corazón, la naturaleza externa y lo espiritual interno ligados en el poeta como una vivencia psicosomática que plasma en un papel cualquiera tocando con sus dedos un trocito de madera que custodia una barrita de grafito, de carbón, apoyado en una barcaza amarrada en el puerto de Collioure. Y esto, por cierto, me recuerda que Víctor Hugo (1802-1885) había afirmado “L’art c’est l’azur”, mientras contemplaba el reflejo celeste azul en el mar con sus olas embravecidas, a lo que Rubén Darío matizaba: “Sí, el arte es el azul, pero aquel azul de arriba que desprende un rayo de amor para encender los corazones y ennoblecer el pensamiento y engendrar las acciones grandes y generosas (..) ha de ser cifra, símbolo y superior predicamento que abarque lo ideal, lo etéreo, lo infinito y sin límites, donde nacen, viven, brillan y se mueven los astros”.

Volvamos a Machado y su último haiku.  «Estos días azules, este sol de la infancia», sí, y también lo leo así:

«Estos días
azules,
este sol
de la infancia»

Sé, por C.G. Jung y por experiencia propia, que Morfeo crea sueños de retorno a la infancia cuando la Parca comienza a mirar a una persona. La infancia -cuando se ha desarrollado con normalidad- viene a ser como una metáfora de la felicidad  y, en el ámbito mítico, simboliza la Edad de Oro con todos sus parabienes y topos literarios como la pradera de Hesperia donde, según el «misterioso y silencioso» Antonio Machado, Rubén Darío era jardinero tras afanarse en buscar la fuente de la eterna juventud.

Azul fue el color preferido por los literatos modernistas, y Azul tituló Darío, en 1888, su revolucionario libro de poemas y cuentos. También el cisne blanco sirvió como emblema para los escritores modernista, y un cisne blanco cual ave totémica vemos, rodeado de profesores del Instituto de Soria -entre los cuales se encuentra un apolíneo Antonio Machado- en una fotografía quizás realizada en 1910, imagen por cierto recurrente en las ponencias de los investigadores sorianos J.Mª  Martínez Laseca y J.A. Gómez-Barrera en esta VIII Aula Juan de Mairena.

Pero el color azul, antes de ser venerado poéticamente por los modernistas, era ya todo un símbolo florístico-literario en Novalis (1772- 1801), uno de los más grandes escritores germanos y una de las fuentes primigenias del primer Romanticismo Alemán. Así mismo en el simbolista Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)  fue el predilecto, tanto para expresar su enamoramiento-fascinación ante los ojos femeninos como aquellos sutiles espacios y momentos pre-oníricos  generadores de la inspiración poética (al respecto, véase Miguel Pueyo, C.: El color del romanticismo. En busca de un arte total).

Un acopio poético del color azul se encuentra en Las luces del crepúsculo de Jorge Urrutia, catedrático de Literatura en la Universidad Carlos III de Madrid, quien ve en Bécquer «la figura central de la moderna lírica española incipiente, y por esto Juan Ramón Jiménez, el patriarca de la poesía española, le pone a la cabeza de la época moderna». Y solo elogios tuvo también Antonio Machado hacia su paisano Bécquer que tanto influyó en él en sus dos primeros libros simbolistas de Soledades… (1903 y 1907) como expuse en la Sede Antonio Machado de Baeza de la Universidad Internacional de Andalucía durante la XIV Semana Machadiana (Bécquer en Machado. Influencia y paralelismos biográficos”, 21-febrero-2020).

En el cuento rubendariano El velo de la reina Mab el azul es ya «un componente activo en la transformación del poeta», resume Urrutia. Y según añade Juan Valera simboliza «lo ideal, lo etéreo, lo infinito, la serenidad del cielo sin nubes». El mismo Darío igualmente aseveraba “es el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y del firmamento», y Machado, desde luego, lo había leído.

Mas antes de Darío, Antonio Fernández Grilo había publicado su poema Tu traje azul el día de San Bartolomé de 1874.

Lo azul es lo impalpable, lo vago y misterioso.
Es prisma con que el cielo su túnica vistió;
es el matiz diáfano del mar tumultuoso,
La veste que en sus vírgenes Murillo idealizó.
 
Es el color del lirio que el búcaro perfuma,
es la azulada ráfaga de incienso virginal,
de quejumbrosa tórtola la transparente pluma,
y el fondo que se esconde del lago en el cristal.
 
La banda que en el iris más fúlgida destella,
la vena azul que esmalta sublime palidez,
y el sello que en los ojos de cándida doncella
revela de su pecho la tierna candidez.
 
Por eso de tu imagen hasta la sombra sigo,
por eso me enamora tu transparente tul;
por eso te amo tanto, por eso a Dios bendigo,
que te formó tan pura como tu traje azul.

Pasmado  se queda uno leyéndolo, así que con razón Boyd G. Cárter (En  torno  a Gutiérrez Nájera ) en 1960 comentaba muy elogiosamente este poema: «No conozco otro poema de aquel tiempo, escrito en español, que anticipe de manera más acertada los procedimientos sintéticos del movimiento modernista».
 
A su vez leo en El libro de los símbolos. Reflexiones sobre las imágenes arquetípicas que el azul  «se relaciona con la eternidad, el más allá, la belleza sobrenatural, la trascendencia religiosa, lo espiritual y mental en contraste con lo emocional y físico» y que «aporta profundidad».
 
Así que, dicho todo esto, me surge desde dentro mi particular haiku:

Azul hado.
A tu lado,
Antonio Machado.

Amén.

– En Soria, 22 de mayo de 2021, 11:19 horas.
Nota: Ángel Almazán es, a esta fecha, Secretario general de la Red de Ciudades Machadianas

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