Hace 18 años, a inicios de la primavera de 1999, tuve el privilegio de recorrer algunos enclaves sorianos al lado de Juan Eslava Galán merced a un amigo común, Juan Sol, que nos acompañó en ese recorrido junto a su esposa Gloria. Estuvimos dentro de las ermitas de San Baudelio y San Bartolo, ascendimos al castillo de Ucero, paseamos por las calles del Burgo de Osma y compartimos ágape en las Matanzas del Virrey. Poco después me prologó, con su «apócrifo» Nicholas Wilkox, mi Guía templaria soriana y el enigma del río Lobos (1999) que, tras agotarse su segunda edición no he vuelto a publicar.
Ayer retornó Juan Eslava a mi tierra soriana de la mano de la Fundación Duques de Soria (FDSCCH) para cerrar el ciclo estival del programa «Confesiones de Autor» y aproveché la ocasión para volver a estrechar su mano y hablar un poco con él antes de su charla en el Aula Tirso de Molina y aproveché la ocasión para fotografiarle junto al profesor Santos Sanz Villanueva, conductor de estas Confesiones de Autor, y el secretario general de la FDSCCH, José Mª Rodríguez-Ponga.
Juan Eslava escogió algunas de sus novelas y ensayos de su ingente obra salpicándolas con anécdotas de cómo surgieron, cómo las escribió y su por qué, así que disfrutamos con su verbo y nos reímos en diversas ocasiones. Y mientras le escuchaba recordaba aquel viaje de 1999 que compartimos y que le sirvió de inspiración para ubicar San Baudelio en su Trilogía Templaria. Igualmente me sentí nuevamente agradecido por su prólogo, que me lo remitió desde Berlín, que no he releído desde hace años y del que entresaco dos párrafos:
«Es el libro, en suma, una acertada síntesis de la sabiduría secreta de Occidente transmitida a través de unos canales que se vienen ignorando desde que el Racionalismo desterró las otras maneras de acceder al conocimiento y fijó rígidamente los límites y los procedimientos de la Ciencia…
Ángel Almazán se ha ganado un merecido puesto junto a los grandes especialistas del Temple en España, Juan G Atienza y Rafael Alarcón. Esperamos que eta obra sea solamente un hito en una carrera que deseamos larga y fecunda».
«Juan, espero verte por Soria en otra ocasión, con tiempo de sobra», le dije al despedirme. «Ángel, ahora viajo ya muy poco», me confesó. Quizás sea, por tanto, la última vez que nos vemos. Más que importa, al menos en mi corazón sigue palpitante aquel caminar por San Baudelio, Berlanga de Duero, El Burgo de Osma, castillo de Ucero y Cañón del río Lobos , y varias fotografías de entonces se encargan de avivarme tal recuerdo. Y ahora, en cuanto concluya este post, volveré a releer aquella crónica de nuestra visita al interior de la ermita de San Bartolo que titulé «El Arca de la Alianza y la ermita Templaria de San Bartolo» y que escribí el 11 y 12 de abril de 1999.
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