He visto hoy por vez primera la película El fin es mi prinicipio, estrenada en España en 2011, y confieso que me ha conmovido profundamente y hasta he querido ver que la trama pudiera ser perfectamente, en mi «ecuación personal», como una continuación bastante idónea a mi libro «Y la vida sigue. Confieso haber sufrido» (¡hasta en el color amarillo-dorado de la portada coincidimos…!)
Tras verla he acudido a internet y así he sabido que la película, soberbiamente interpretada por Bruno Ganz, está basada en las memorias del personaje protagonista principal de la película, el periodista florentino Tiziano Terzani (1938-2004), concretamente en su libro póstumo homónimo, editado en España por Ediciones Maeva.
Ya desde el inicio de la película asentí varias veces con la cabeza porque, efectívamente, ¡que mejor final puede tener una persona que pasarlo al lado de sus seres queridos y en tu propia casa sin dramatismos ni temor a hablar sobre la muerte! ¡Y qué mejor puede hacer un padre que trasmitir lo más esencial de lo que ha aprendido en la vida a sus hijos o, al menos, al que más afín siente en su alma!
Si a eso se añade que esta transmisión de enseñanzas son fundamentalmente concernientes a diversos aspectos de la Filosofía Perenne, esotéricos.., convirtiendo esa relación paterno-filial en la de un maestro con su discípulo más amado, ¡qué más puede pedirse…!
Vander Fujisaki en una su reseña cinematográfica ha escrito: «Nos encontramos con una producción personal, intimista y espiritual. Es una película atípica, ante todo, y que se debe entender desde el punto de vista desde el cual está planteado. Hay que tener la mente, y también el corazón, bien abiertos, para ser capaces de diseccionar los pensamientos del protagonista y la forma en la que se acerca, de manera valiente e incluso con una chispa de energía, hacia esa muerte que marcará la próxima parada en su viaje. Es una película inspiradora, que anima a vivir no pensando en que un día llegará el final, sino en que cuando llegue ese final, habremos vivido de manera plena y sin haber echado nada de menos».
Tiziano Terzani se adentró decididamente en la Filosofía Perenne durante su estancia en India y en su retiro himaláyico cual sanyasin. Esta parte de su vida, enlazada con el film, así lo relata Carlos Olalla: «Cuando le diagnosticaron un cáncer se fue a vivir en soledad en el Himalaya, en un retiro que le marcó profundamente y le preparó para afrontar su último viaje: el de la muerte. Cuando supo que esta estaba ya cerca volvió a su pequeña casa en la Toscana junto a su mujer y sus hijos para morir en paz, para “dejar este cuerpo” como le gustaba decir a él. En aquellos últimos meses le dijo a su hijo Folco que quería hablar con él. Fueron unas conversaciones profundas e intensas entre un hombre viejo y sabio que sabe que se acerca su fin y uno joven e inquieto que quiere descubrir, que quiere entender. Fue el rencuentro entre un padre y uno hijo, un rencuentro para el que se quitaron todas las máscaras para hablar cara a cara de lo que es la vida, el mundo, la muerte… La grabación de aquellas conversaciones fue su último libro: “El fin es mi principio”, magistralmente llevado al cine por Jo Baier con Elio Germano en el papel del hijo y un impresionante Bruno Ganz dando vida al padre, a ese Tiziano Terzani que dedicó su vida a hacer de este mundo algo mejor».
De esa estancia en los Himalaya, Tiziano Terzani comenta en uno de sus escritos: «La armonía, como la belleza, está en el equilibrio de los opuestos, y la idea de eliminar a uno de ellos es sencillamente sacrílega. El bellísimo signo taoísta, el yin y el yang, simboliza que en el interior de las tinieblas hay un punto de luz y en el interior de la luz un punto de tiniebla… Me fui a vivir en una cabaña en el Himalaya cuando sentí que había dado lo mejor de mí. Si en la vida se te presenta una ocasión de no repetirte, tómala. Me he pasado la vida viajando hacia fuera y ahora viajo hacia dentro…»
En sus memorias, trasladadas en parte al film, dice: «Dejé todo atrás: mis amigos, mi profesión, mi familia, y me fui a un Ashram. Tres meses estuve en el Ashram sin hablar en ningún momento de mi pasado, sin contar a nadie quién había sido o qué había hecho. Es que tu identidad es algo que te limita, te priva de la posibilidad de poder ser otra cosa, porque, incluso ya jubilado, sigues siendo el jefe de correos que habías sido durante muchos años. Al final deja de interesarte todo eso y avanzas para convertirte en Anam, el sin nombre. ¡Qué gran descubrimiento! He sido mil cosas, algunas verdaderas, otras solo imaginadas ¿Cuántos roles desempeñamos en la vida, cuántas máscaras llevas? Hasta que llega un día en que te deshaces de todas, y te sientes ligero: ya no soy este cuerpo ni el resultado de todos mis recuerdos. Como ya no soy nada en particular puedo pensar que soy Todo… La verdad es una tierra sin caminos, ahora puedo entenderlo… Cuando has percibido que formas parte del Todo ya no necesitas nada más… Ese es el principio”
Y dice Tiziano Terzani: «Las montañas, como el mar, recuerdan una grandeza por la cual el hombre se siente inspirado, elevado. Esa misma grandeza está también en cada uno de nosotros, pero allí nos es difícil reconocerla. Por eso nos atraen las montañas. Por eso, a través de los siglos, tantísimos hombres y mujeres han venido aquí arriba, al Himalaya, esperando encontrar en estas alturas las respuestas que se les escapaban permaneciendo en las llanuras. Siguen viniendo…» Pero en cualquier parte del mundo hay Montañas Sacras donde Sumergirse en el Sí-Mismo y Ascender en la Escala del Ser… aunque finalmente uno averigua que la mejor escalada comienza en la propia psique humana.
Una gran película que me ha conmovido profundamente y que recomiendo desde el corazón… Por mi parte, voy a comprarme el Dvd ¡ya mismo!
Namasté…