Cuenta José Hinojosa Montalvo (“Jaime II y el esplendor de la Corona de Aragón”) que el médico (y alquimista) Arnau de Vilanova le dedicó varios libros de medicina y que protegió también a otros médicos como Martí de Calçaroja, Berenguer Sarriera o Guillem de Beziers, “que le dedicaron sus obras o fueron traducidas por orden suya”. Y explica todo ello por la afición que Jaime II sentía hacia la medicina, “su auténtica pasión, impulsando el estudio de Avicena y las traducciones del árabe de otras obras médicas”.
Y su pasión por Avicena, como así la califica Hinojosa, “le llevó, el 25 de septiembre de 1301, a ordenar al baile general de Cataluña que rescatara un libro suyo de Avicena que tenía empeñado por 500 sueldos al cirujano Berenguer Sarriera, mientras que el 30 de julio de 1303 entregaba al citado cirujano 250 sueldos para comprar un Avicena. Otras veces lo que hacía el Rey era ayudar a sus médicos en la compra de libros, como los 1200 sueldos dados en junio de 1309 al maestro Martí de Calçaroja para adquirir un libro de Avicena, en este caso de física”. Es factible por tanto que si pudo tener a su alcance algún libro filosófico de Avicena lo intentase leer.
Por mi parte, en cuanto he leído estas referencias documentales he recordado inmediatamente la admiración que el filósofo francés Henry Corbin sitió hacia Avicena, puesta de manifiesto especialmente en su libro “Avicena y el relato visionario” que leí en abril del año 2000 con gran placer. Una obra en la que surge un Avicena esotérico, “oriental”, gnóstico shiíta.
Abû `Ali Hosayn ibn ‘Abdillah Ibn Sina, conocido en Occidente como Avicena, nació en la Transoxiana irania en agosto de 980 y falleció en 1037, siete años después de que su inmensa biblioteca fuese quemada al ser conquistada Ispahán (hecho que refleja el novelista Noah Gordon en “El médico”, también llevada al cine). Entre otras pertenencias suyas la Humanidad perdió allí su “Libro del juicio imparcial”, conformado por respuestas a 28.000 preguntas, “donde confrontaba las dificultades surgidas de la lectura de los filósofos con su propia filosofía personal, designada como filosofía oriental” y de la que tan sólo han sobrevivido algunos fragmentos.
Se le atribuyen 240 títulos. “Su labor, que marcó una huella tan profunda en el Occidente medieval y en el Oriente hasta nuestros días, cubre todo el campo de la filosofía y las ciencias cultivadas en su época” (metafísica, lógica, psicología, ascética, medicina, mística, astronomía, astrología, retórica, la poética…)», afirma Corbin, para quien Avicena “realizó por excelencia el tipo medieval del hombre universal”. En medicina, su “Canon” fue el manual médico principal de Europa hasta bien entrado el s. XVII. Y su filosofía influyó decisivamente en la escolástica medieval europea. Diversas obras suyas pudieron divulgarse gracias a la Escuela de Traductores de Toledo en el s. XII.
Tanto su padre como su hermano eran shiítas septimanos, ismaelitas, que intentaron se sumara a este credo pero no lo consiguieron, en cambio, la buena acogida que le dispensaron los príncipes shiítas de Hamadán e Ispahan “permite suponer que haya podido pertenecer al shiísmo duodecimano”, en opinión de Corbin.
El meollo de la “filosofía oriental” de Avicena es, sin duda, la doctrina de la supervivencia del alma “post mortem” así como la angeología, y en la trilogía de sus relatos místicos, transcritos y analizados por Corbin en el libro citado arriba, Avicena “ha confiado el secreto de su experiencia personal”; relatos en los que el tema central es el viaje hacia el “Oriente místico” del “Mundus Imaginalis”.
¿Y esta “filosofía oriental” de Avicena que puede significar para nosotros en el momento actual? , se pregunta retóricamente Corbin pues seguidamente aporta su respuesta: “Esta enseñanza nos hace testigos de un esfuerzo supremo de liberación que condiciona la ‘salida’ más allá de este mundo, y opera algo así como una transmutación del cosmos físico que restituye a éste a un universo de símbolos; esta ‘transmutación`implica un cambio tan radical en el modo de percepción, que será imposible seguir estando de acuerdo con las evidencias y las leyes de la consciencia común…”
… Lo dicho: abrevemos el alma con sed en “Avicena y el relato visionario”.
Escrito en Tajueco, 31 de julio de 2016
Sobre Ibn Sina shiíta, ver el vídeo a partir del minuto 17:30