Iniciamos con este artículo un ciclo de pequeños ensayos que tienen como epicentro a Jaime II de Aragón. Hemos aprovechado la ocasión para enfocarnos con especial atención, en este artículo, en el señorío de Berlanga dado que es un período histórico poco divulgado en la bibliografía soriana y porque, justo es reconocerlo, nacimos muy cerca de Berlanga de Duero.
Nos cuenta Máximo Diago Hernando que los grandes estados señoriales de la provincia de Soria y que además subsistieron hasta la extinción del Antiguo Régimen a inicios del siglo XIX surgieron durante el reinado del linaje de los Trastamara aunque ya se prefiguran algunos de ellos en la primera mitad del siglo XIV.
“De hecho, en términos puramente formales, la mayor parte del territorio soriano seguía formando parte del realengo en los primeros años del siglo XIV, pero en la práctica se encontraba escindido en dos grandes bloques, de los cuales uno, en el que se integraban las tierras de Soria y Medinaceli, se encontraban bajo control efectivo de la monarquía, representada entonces por el rey Fernando IV de Castilla, mientras que el otro, del que formaban parte Almazán, Deza, Cihuela y Monteagudo, con sus correspondientes aldeas, estaba bajo el dominio del infante Alfonso de la Cerda, auto-proclamado rey de Castilla y León, y de sus aliados aragoneses. Y fue esta división del territorio en dos ‘obediencias’, que se consolidó durante los años de la guerra, la que propició que, después de la firma de la paz de Torrellas (cerca de Ágreda) en 1304, una parte muy importante de dicho territorio, coincidente en grandes rasgos con la que había estado controlada por el infante de la Cerda, pasase a quedar sometida a régimen señorial” (1).
Y esto fue así porque el infante Pedro recibió un estado señorial muy extenso por parte de su hermano Fernando IV que agrupaba las citadas villas con sus aldeas y aún otras colindantes para que pudiera casarse con la infanta María de Aragón y Anjou, hija mayor de Jaime II, quien había exigido que su futuro yerno fuese señor de tales territorios según el cronista Jerónimo Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón. El matrimonio tuvo lugar en la Navidad de 1311 o primeros días de 1312.
Zurita nos dice que el 10 de agosto de 1310 llega desde Roma a la Corte aragonesa don Diego García de Toledo, consejero de Fernando IV y le propuso a Jaime II de Aragón el casamiento de ambos infantes (Pedro y María) para reforzar la reconciliación entre ambos monarcas tras las paces de 1304. A Jaime II le pareció conveniente la propuesta pero puso como condición que el infante Pedro tenía que ser el señor de una serie de territorios fronterizos con Aragón en la actual provincia soriana e incluso en la de Guadalajara.
“Y concretando más sus exigencias, solicitó que, o bien le diese Molina con todo su condado, o bien Medinaceli, Alcocer, Cifuentes, Salmerón, Viana, Serón, Monteagudo, Deza y Cihuela. Por su parte Fernando IV ofreció dar a su hermano las villas de Almazán y Monteagudo, Alcocer , Cifuentes, Viana, Serón y Deza con sus aldeas. Y dado que el monarca castellano no estaba en condiciones de llevar a efecto una entrega inmediata de los lugares de Alcocer, Cifuentes y Viana, porque se encontraban poder de la infanda doña Blanca, ni los de Deza y Serón, que aún no había devuelto Alfonso de la Cerda, propuso entregar a su hermano en compensación la villa soriana de Berlanga con sus aldeas para que la mantuviese en su poder hasta que le hiciese entrega efectiva de esos otros lugares…”, resume Diago Hernando.
Ahora bien, la “Crónica de Fernando IV” indica que un año antes, en 1309, el rey castellano ya le había hecho merced a su hermano Pedro de las villas y aldeas de Almazán, Berlanga, Monteagudo, Deza y Cihuela, aunque documentalmente figura que en abril de 1311 el infante Pedro no había tomado posesión de Almazán aunque no tardaría mucho en hacerlo. “Y por lo que respecta a Berlanga el infante seguía sin haber tomado posesión de ella en enero de 1312, aunque para entonces Fernando IV ya había ordenado a sus vecinos que acudiesen a recibirle como su señor y prestarle homenaje”, aclara Diago Hernando. No obstante la documentación de la Corona de Aragón testimonia que entre febrero y julio de 1311 seguía el forcejeo sobre la dotación del infante Pedro entre ambos reyes y sus embajadores (el sacristán de Tarazona Domingo García de Echauri y Diego García de Toledo). Igualmente consta que el infante Pedro otorgó poderes a Diego García de Toledo “para que en su nombre acepte el compromiso matrimonial, entregándole cartas selladas y en blanco”.
En una carta remitida por Jaime II al sacristán de Tarazona, fechada el 6 de julio de 1311, le da instrucciones para su embajada en Castilla y le insta a que tiene que conseguir que Fernando IV asista a la boda, “acompañado de los caballeros que tendrán en homenaje los castillos que se den al infante Pedro: Mayorga, Vera y Berlanga” (2). La boda tuvo lugar en Calatayud a finales de enero de 1312.
El infante Pedro siguió en posesión de Berlanga y su Tierra hasta su prematura muerte en la guerra contra Granada (25 de junio de 1319), pese a que el compromiso regio era que devolviese Berlanga una vez hubiera tomado posesión de las villas fronterizas de Serón de Nágima y Deza. Tras su muerte su patrimonio territorial señorial pasará a su hija póstuma, Blanca (nacida en agosto de 1319), que tiene como tutor nombrado por su padre a Garci Lasso de la Vega, “el principal protagonista de la historia política de la región soriana entre 1319 y 1326” (así lo califica Diago Hernando), muy amigo de Diego García de Toledo, alcaide del castillo de Berlanga quien realizó su pleito homenaje al rey Jaime II, en nombre de la infanta María, en agosto de 1319 (como Garci Lasso lo hizo por el castillo de Almazán). Por tanto, consta documentalmente que el hombre fuerte en la Villa y Tierra de Berlanga era entonces Diego García de Toledo, quien figura como canciller del sello de la puridad en julio-agosto de 1304 y como mayordomo del infante Pedro en 1310, y en cuyo escudo figuraban palomas por ser del linaje de los Palomeques (3).
En 1321 es asesinado Diego García de Toledo por orden del infante Don Juan Manuel, yerno de Jaime II pues estaba casado con su hija Constanza, así que Garci Lasso de la Vega “pudo hacerse a partir de entonces con el control exclusivo de las riendas del gobierno del conjunto señorial del infante Pedro”. Es más, según señala Zurita y recuerda Diago Hernando, “pasó a utilizarlo como base de operaciones para combatir a Don Juan Manuel, a quien guardó rencor por la mala acción que había cometido con Diego García de Toledo”. Los hijos de Garci Lasso fueron los alcaides de las fortalezas de este señorío de la infanta de Aragón, viuda de Pedro Y en connivencia con la política anti aragonesista de María de Molina y de su nieto, Alfonso XI, obstaculiza la entrega de rentas del señorío a la infanta María de Aragón.
A comienzos de 1322, según Zurita, Garci Lasso sospecha que Jaime II y su hijo, el infante Alfonso, para ayudar a Don Juan Manuel, pretenden quitarle el control de los señoríos de doña Blanca, de la que era su tutor y por tanto quien decidiera con quien iba a casarse (hubo varios intentos fallidos de alianzas matrimoniales de la infanta Blanca con varios personajes: el propio Alfonso XI, Juan de Haro “el tuerto a quien ajustició Garci Lasso en 1326 y el infante Pedro heredero de la corona de Portugal, quien la repudió en 1329 tras firmarse los compromisos matrimoniales en octubre de 1327 en Sevilla y no consumarse el matrimonio ). Doña Blanca, tras este repudio se refugió en Las Huelgas de Burgos, donde estaba enterrado su padre y donde María de Molina, su abuela paterna, había conseguido recluirla en 1329 para su crianza y educación según lo acordado en los tratados de Ágreda-Tarazona de 1329 firmados entre Alfonso XI de Castilla y Alfonso IV de Aragón (4).
La infanta María –que había huido de Almazán a Calatayud con su hija Blanca en abril de 1320 e instalada como monja en Sijena (1322-1346)- accede a entrevistarse con Garci Lasso en Deza a principios de 1322, sin que lo supiera Jaime II. “En dicha entrevista Garci Lasso le hizo pleito homenaje a María en nombre de su hija Blanca, y en contrapartida ésta le dio plenas garantías de que, hasta que su hija alcanzase la edad de doce años, no le retiraría el control de los castillos que entonces tenía en su poder, que eran en concreto los de Almazán, Berlanga, Morón de Almazán, Soliedra, Deza y Fuempudia”. Entrevista en la que Garci Lasso le prometió a María que apoyaría la boda de Blanca con su primo Alfonso XI.
Jaime II quedó contrariado por estos pactos en Deza y escribió una carta a Garci Lasso el 6 de marzo “comunicándole que había sabido que su hija le prometió por carta pública, y le juró sobre la cruz y los evangelios, por ella y por todos sus vasallos, que ni ella ni sus vasallos le forzarían los castillos que él tenía, ni los de sus villas harían obras entre villas y los castillos, de las que se pudiese derivar mal o daño para el respectivo castillo, sino que por el contrario le ayudarían a defender los castillos a su servicio y de doña Blanca”, resume Diago. Y ese mismo día Jaime II escribió otra carta a su hija María perdonándola por entrevistarse con Garci Lasso en Deza.
Pero Garci Lasso hizo de su capa un sayo pues, ante todo, se consideraba vasallo del rey castellano y fue retrasando el abono de la recaudación de las rentas señoriales de María-Blanca, provocando así que tuvieran ambas serias dificultades económicas, situación que Jaime II recriminó constantemente por cartas a Garci Lasso.
Según Diago, diversos indicios sugieren que este “ambicioso cortesano pronto comenzó a dar inequívocas muestras de que no estaba dispuesto a conformarse con ser un simple administrador de los señoríos de otros, y pudo abrigar incluso la esperanza de convertirse en señor absoluto de las villas y fortalezas que en su día habían pertenecido a su señor, el infante Pedro”. Y es que, “de facto” Garci Lasso se comportaba en tales territorios como si fuese su señor “de iure”. Garci Lasso fue uno de los privados o favoritos de Alfonso XI tras acceder a la mayoría de edad en 1325 (al año siguiente Alfonso XI despojó al arzobispo de Toledo (don Juan, hijo de Jaime II de Aragón), del oficio anejo de Canciller Mayor de Castilla, cargo que pasó al obispo de Ávila y, en su nombre, a Garci Lasso. A su vez, don Juan renunció al arzobispado en 1327 y regresó a Aragón (5).
Finalmente, Garci Lasso de la Vega sería asesinado en el convento de San Francisco en Soria hacia finales de febrero de 1328 (pero esto es otra historia que describiré en el blog Elige Soria del Ayuntamiento de Soria). Así, de esta forma trágica, dejó de ser Garci Lasso de la Vega, albacea testamentario del infante Pedro, mayordomo de los bienes de doña Blanca, merino mayor de Castilla y canciller del sello de la poridad del rey.
“La desaparición de Garci Lasso del escenario político soriano debió sin duda contribuir a incrementar la capacidad de intervención de los aragoneses en el gobierno de los señoríos castellanos de doña Blanca, pero no disponemos de indicios que demuestren que se produjo un vuelco total de la situación”, señala Diago Hernando.
En las Cortes de Madrid de 1329 se acuerda el pago de moneda forera de todos los vasallos de Alfonso XI para que éste comprase los señoríos castellanos de doña Blanca y “en algún momento de la década de 1330” todas las villas que Fernando IV entregara a su hermano el infante Pedro quedaron reintegradas al realengo, aunque muchas de ellas lo hicieron por poco tiempo puesto que las transfirió a don Tello, señor consorte de Vizcaya, e hijo bastardo de Alfonso XI que tuvo con Leonor de Guzmán. Almazán y su Tierra que siguió bajo control directo regio hasta que Enrique II Trastamara se la entregase a Bertrand Du Guesclin en las Cortes de Medina del Campo en 1370 (y luego se las compró cuatro años después para cedérsela a su nuera, Catalina de Lancaster en 1388, pasando finalmente a Juan Hurtado de Mendoza en 1395). Serón de Nágima permaneció también como realengo.
Berlanga y su Tierra tuvo por tanto como señor a don Tello, “aunque no hemos conseguido determinar la fecha concreta de la donación, que tuvo lugar al mismo tiempo que la de las villas de Aranda de Duero y Peñaranda”, indica Diago Hernando. Y un documento del 18 de enero de 1370 testifica la entrega de Berlanga y Velamazán por don Tello a su hija natural Leonor (según Bedoya) , llamada también Elvira por Salazar y Castro, quien se casó con Juan Fernández de Tovar, almirante de Castilla. La Casa de Tovar, como se sabe, se uniría posteriormente con la de los Velasco, condestables de Castilla al casarse María de Tovar con Íñigo Fernández de Velasco que era además II Duque de Frías. Don Tello – hermano de Enrique II de Trastámara- moriría en el otoño de 1370.
Escrito en Tajueco, 30 de julio de 2016.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
1.- Máximo DIAGO HERNANDO “Los señoríos sorianos del infante don Pedro”.
2.- Angeles MASÍA DE ROS, “Relación castellano-aragonesa desde Jaime II a Pedro el Ceremonioso” Vol. I.
3.- Pedro LÓPEZ DE AYALA, “Crónicas de los Reyes de Castilla (Pedro, Enrique II, Juan I y Enrique III)”, Tomo I.
4.- Manuel GARCÍA FERNÁNDEZ, “La infanta doña María, monja de Sijena, y su política castellana durante la minoría de Alfonso XI”.
5.- Manuel GARCÍA FERNÁNDEZ, “Jaime II y la minoría de Alfonso XI (1312-1325)”.