Misterios del Arca de la Alianza y los tabotat de San Bartolo de Ucero

Artículo escrito en Tajueco (23-24 julio-2017) y Soria (25-julio-2017)

Bibliografía más utilizada para este ensayo sobre el Arca de la Alianza y los tabotat de San Bartolome de Ucero

De nuevo Eslava, Hancock, el Arca de la Alianza y San Bartolo de Ucero

Mi breve reencuentro recientemente en la ciudad de Soria con el novelista, historiador, ensayista y buen fabulador que es Juan Eslava Galán me reavivó la memoria acerca de su visita a la provincia soriana hace 18 años de la mano de un amigo común, Juan Sol, que nos puso en contacto y, todos juntos, recorrimos diversos enclaves que pudieran servirle de inspiración para su «Trilogía Templaria» bajo el pseudónimo “apócrifo” de Nicholas Wilcox.

Juan Eslava Galán y Ángel Almazán en la ermita templaria de San Bartolomé de Ucero (1999), en foto de Juan Sol

De este provechoso encuentro surgió, por mi parte, el artículo  El Arca de la Alianza y la ermita templaria de San Bartolo que me publicó la revista Abanco. Cosas de Soria en su número 29 correspondiente a la primavera de 1999 y que incorporé  en las tres ediciones de mi “Guía templaria soriana y el enigma del río Lobos” que Eslava Galán tuvo a bien prologar firmando como Nicholas Wilcox, tan en boga entonces tras el éxito de “La lápida templaria” (1996). “Primero escribe un ensayo y luego, a partir de él, una novela”, fue uno de los consejos que me dio entonces, y que él había cumplido con su ensayo “El enigma de la Mesa de Salomón” (1988), fuente de inspiración para “La Lápida templaria”. Lo mismo había realizado por mi parte al escribir el ensayo “Soria-Francia. De Numancia a Montségur” (Revista de Soria, nº 6, Otoño 1994, pp. 5-116) y después la novela “Los códices secretos del río Lobos. Los custodios del Grial” (Sotabur, Soria, 1997).

En aquella mañana fresca primaveral de 1999 el cura de Ucero me dejó en El Burgo de Osma la llave de la ermita de San Bartolo en río Lobos tras explicarle que un novelista premiado por el Planeta quería verla. Como cicerone le fue explicando a Juan Eslava “los misterios” que había ido desvelando en mis indagaciones históricas y simbólicas sobre la ermita, tradicionalmente tenida como templaria.

Tabot y Cruz de las Ocho Beatitudes en capitel de San Bartolo de Ucero

Cuando le mostré el capitel que se yergue casi sobre el quicio de la puerta, por dentro, con su Cruz de Ocho Beatitudes, rombos, cabeza y otras iconografías, Eslava Galán me indicó que una de ellas le recordaban los tabotat etíopes analizados por Graham Hancock en “The Sign ant the Seal”. Cada tabot es una representación esquemática del Arca de la Alianza, o mejor dicho, de su contenido principal, las dos Tablas de los Diez Mandamientos.., viene a concluir Hancock.

Me leí su libro, traducido al español como “Símbolo y señal. En busca del Arca de la Alianza perdida” (Planeta, 1992) y escribí “El Arca de la Alianza y la ermita templaria de San Bartolo” que puede leerse en internet. Y este fin de semana, para poder ser lo más exacto posible en mi próxima colaboración con una productora televisiva californiana, he vuelto a releer este fin de semana –sólo el centenar de páginas que me interesaban- el libro de Hanckock reeditado como “La búsqueda del Santo Grial” (Ed. Martínez Roca, 2006)

San Baudelio, puerta simbólica

También he ojeado “Los falsos peregrinos” (primera novela de “Trilogía Templaria”) y he podido comprobar que el libro de Hacock es esencial en la fabulación de la trama y que algunas pinturas “mozárabes” de San Baudelio las ha incluido como “pista” para buscar el Arca de la Alianza en Etiopía, ermita ésta – la de San Baudelio- cuyo simbolismo expliqué a Juan Eslava Galán al inicio de 1999 pues estaba muy interesado por ella y de ahí que le buscara como alojamiento soriano un viejo palacio rehabilitado como Casa Rural en la localidad de Brías. San Baudelio, en efecto, aparece en los capítulos 16 y 46.

A Juan Eslava le obsequié en aquella visita soriana de 1999 con un ejemplar de mi ensayo novelado “Los códices templarios del río Lobos. Los custodios del Grial”, en cuyo capítulo quinto narro como los templarios de Ucero descubren la Mesa de Salomón escondida en el hueco superior de la gran columna que semeja ser el tronco de la palmera de ocho ramas (los ocho nervios) que sustenta la bóveda. A su vez Juan Eslava selecciona algunos de las pinturas “mozárabes” para encubrir pistas que conducen a la ubicación del Arca de la Alianza en Etiopía”.

Especialmente destaco estas líneas de “Los falsos peregrinos”, cuando los dos templarios Rogert de Beaufort y Juan Vergino llegan a San Baudelio en 1307 acompañados de un templario de San Bartolo:

“El que iba delante era un fraile templario de la encomienda soriana de Ucero, a un día de camino de allí, junto al río Lobos. Los templarios de Ucero le tenían mucha devoción a su ermita y de vez en cuando la visitaban  oficiaban allí sus ritos…

– Las pinturas de San Baudelio son el camino que conduce al Arca –explicó Vergino- . Por eso en los estatutos secretos de la encomienda de Nois se especifica que los buscadores del Arca orarán previamente en esta ermita”.

Por mi parte, para mi San Baudelio guarda otros secretos, y lo que he podido ir averiguando lo he expuesto especialmente en mi ensayo “Guía espiritual y artística de San Baudelio” (Sotabur, Soria, 2009), mi conferencia “La Palmera Imaginal” como ponente el 9 de marzo de 2013 en el II Simposio Internacional Ibn Arabí de Murcia.

Jeremías y el Arca de la Alianza

Y tras este pequeño excurso, retomo el tema… Confieso que la relectura del libro de Hanckok 18 años después me ha complacido, tanto por el estilo narrativo de suspense al modo de una investigación detectivesca que ciertamente puede servirme de modelo para alguno de mis futuros libros, como por el afán bibliográfico documental de Hancock con el que se ha empapuzado para dar respuesta a su búsqueda etíope sobre el Arca de la Alianza y que va desgranando constantemente en su libro. Relectura que me ha hecho valorar más en serio su hipótesis,  que apenas me influyó –creo recordar- en 1999 y que fue a parar a mi particular arcón de los olvidos, ya que todo lo que consideré oportuno reseñar lo hice en el citado artículo junto con otras apreciaciones complementarias que consideraba más oportunas a aplicar en relación a la iconografía del citado capitel de San Bartolo (y otro casi gemelo que tiene enfrente).

Para mí estaba claro que el Arca de la Alianza la había mandado esconder Jeremías antes de la destrucción del primer templo en el 585 a.C. en el monte Nebo  (II Macabeos 2), donde murió Moisés y fue enterrado: “… En el documento se decía también cómo el profeta, en virtud de un oráculo divino, mandó llevar consigo el tabernáculo y el arca. Y que subió a la montaña desde donde Moisés contempló la heredad de Dios.  Fue Jeremías y halló una casa en forma de cueva. Allí introdujo el tabernáculo, el arca y el altar de los perfumes, obstruyendo luego la entrada. Algunos de los que le acompañaban volvieron de nuevo para señalar el camino pero no pudieron hallarla. Cuando Jeremías lo supo, les reprendió diciendo: ‘y desconocido quedará el lugar hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo se muestre propicio. Entonces el Señor dará a conocer estos objetos y se manifestará la Gloria del Señor y la nube, como se manifestó sobre Moisés, cuando Salomón pidió que el lugar fuese santificado con magnificencia’…”.

Ahora bien, me pregunto actualmente, ¿qué verosimilitud tiene este relato incluido en II Macabeos si resulta que este libro bíblico escrito en griego para los judíos egipcios al parecer fue redactado varios siglos después entre el 125 y 63 a.C?

Arca  y Chartres según Charpentier

Esta convicción mía, la del ocultamiento del Arca de la Alianza por parte de Jeremías, ha sido prioritaria y por eso he desestimado propuestas como la de Hancock o la de Louis Charpentier, centrada esta última en un capitel de la catedral de Chartres.

Hace 36 años leí de un tirón “El enigma de la catedral de Chartres” de Louis Charpentier. Me fascinó. Comencé a leerlo (tengo escrito en su tercera página) “bajo el halo mágico de la Orden del Temple” a las 12:30 h. del 29 de julio de 1981 y lo terminé a las 01:15 del 30 de julio. Charpentier afirma que la Orden del Temple tuvo como misión inicial la búsqueda del Arca de la Alianza y las Tablas del Testimonio o de la Ley (las de los Diez Mandamientos). Arca que, para Charpentier, era un condensador eléctrico, algo parecido a lo que estimaba Nikola Tesla.

El Arca como cofre es un contenedor de cosas, un cofre  construido de tal forma que provoca descargas de tipo eléctrico o similar a modo de protección (en la Biblia fulmina a personas).  Y dice el Éxodo: “Cuando hubo terminado Yavé de hablar a Moisés en la montaña del Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios”. Y se guardaron en el Arca de la Alianza, custodiadas en el Tabernáculo y, posteriormente, en Silo y después en el sanctasanctórum el Templo de Jerusalén construido por Salomón.

Charpentier afirma que los templarios encontraron el Arca con las Tablas y se las llevaron a Francia, probablemente a Chartres en cuyo pórtico norte pueden verse dos columnas con inscripciones y bajorrelieves encima de los capiteles referentes al traslado de un arca en un carro de bueyes. Las inscripciones son: ARCHA CEDERIS – HIC AMITITUR ARCHA CEDERIS. Las traducciones discrepan un poco según a quién se lea. Charpentier recurrió a Eugène Canseliet quien las tradujo así: Obrarás por el Arca – Aquí se les escapa, obrarás por el Arca.  A su vez, Hancock habla en su libro de esta iconografía y escritura que le impresionó vivamente, y recoge otras traducciones ligeramente distintas.

El Arca de la Alianza en Chartres (reproducción en «La maldición de los Santos Templarios» de Rafael Alarcón)

Charpentier entiende que tales inscripciones son una forma críptica de aludir a que las Tablas del Arca de la Alianza lo que tenían escritas eran formulaciones numérico-geométricas para construir con Arte, y que de tal descubrimiento – que incluye según Charpentier el Número de Oro y el Número Pi- los templarios “inventaron” el gótico. ”Son las Tablas de la Ley, las Tablas del Logos, del Verbo, de la Razón, de la Medida, de la Relación, del Número. “He hecho todo con Número, con Medida y con Peso”, dice El Eterno en el Génesis… En el lenguaje actual, se diría de las Tablas de la Ley que son las Tablas de la ecuación del Universo”, afirma. Tesis que reitera Charpentier en un capítulo monográfico de otro libro suyo: “El misterio de los templarios”. ¿Dónde encontraron los templarios el Arca? En alguna cámara subterránea bajo el solar del Templo en el monte Moriah, bajo la actual Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, sugiere Charpentier.

¿Qué opino al respecto…? No me convence estas propuestas de Charpentier, me suenan a “invención francmasónica”, aunque sí es cierto que hay túneles y seguramente cámaras subterráneas, pero los diversos conquistadores de Palestina (persas, romanos, musulmanes y… si nos remontamos en la historia, ¡hasta egipcios!) ¿eran tan tontos que no sabían buscar torturar a los sacerdotes del Templo para conocer dónde ocultaban los objetos sacros del Templo, buscarlos y encontrarlos después…!

 Grial de piedra de Wolfram von Eschembach

En “El enigma de la catedral de Chartres” refiere Charpentier que mucho antes de las Cruzadas se difundió en Occidente la leyenda del misterioso Preste Juan, una estirpe de reyes de un ignoto reino cristiano oriental de localización imprecisa (Persia, India, China…y Abisinia o sea Etiopía): “Es probable que aquel misterioso reino fuese Abisinia, donde la leyenda situaba el Arca robada por el hijo de Salomón, y, tal vez, los coptos de Egipto habían divulgado el rumor de que el Arca se encontraba allí, copia u original”.  Ya en 1352 el franciscano Giovanni Marignolli, legado apostólico en Asia, en su “Crónica” había escrito: “Etiopía, donde están los negros y que es llamada la tierra del Preste Juan”.

Y será Hancock quien retoma esta hipótesis etíope para buscar el Arca de la Alianza y quien la desarrolla ampliamente, más que ningún otro investigador contemporáneo, a la par que recoge el “guante” echado por Charpentier cuando insinúa que el Grial pétreo del “Parzival” (Ed. Siruela, 1999) del minnesanger teutón Wolfram von Eschembach  es un “guiño”, un emblema simbólico de las Piedras de la Ley guardadas en el Arca de la Alianza. El Grial y las Tablas de la Ley son “la misma cosa bajo apariencias o denominaciones diferentes”, escribe Charpentier en el último capítulo de “El misterio de los templarios”.

A su vez el investigador templario Rafael Alarcón en «La maldición de los santos templarios», retomando las reflexiones de Hancock, escribe: «¿Sería el Kebra Negast, el misterioso libro escrito por el judiomusulmán Flegetanis y descifrado por Kyot para narrarlo a Wolfram? Su conocimiento de la leyenda, contenida en esta obra, explicaría que el Grial de Wolfram fuese una piedra, guardada en un Arca Sagrada, custodiada en un templo octogonal en el reino del Preste Juan. Justificaría también aquella alusión a que los «Guardianes del Grial», los templarios, pueden poner reyes en sus tronos. Y tantas otras en las que el «Arca del Grial» y su contenido se parecen al Arca de la Alianza y sus betilos, como una gota de agua a otra gota de agua. Más aún, en cierto momento de su narración, Wolfram hace decir a un templario de la «Orden del Grial», que «deben ir al corazón de África más allá de Roha». Y sólo una ciudad del África medieval se llamó Roha: aquella que el rey etíope Lalibelá, presuntamente ayudado por el Temple, instituyó como nueva capital tras cambiar su nombre por el del monarca, y donde enigmáticos hombres blancos de cabellos rubios construyeron, a principios del siglo XIII, fantásticas iglesias excavadas en la roca.»

Sobre la literatura medieval griálica he escrito en diversos momentos aunque el ensayo más significativo sigue siendo “Los templarios y la búsqueda del Santo Grial” que conforma el capítulo XVI de esa enciclopedia templaria que es  “Codex Templi” (VV.AA-Templespaña, Santillana Ediciones, 2005), donde también escribí “Los guardianes de Tierra Santa. El esoterismo templario” (capítulo XI) y la última sección (“Bibliografía templaria”).  Poco más puedo aportar al respecto excepto recalcar que el simbolismo del grial hace referencia a un objeto que contiene algo muy esencial para el pueblo que lo protege y/o venera, de ahí que puede efectivamente considerarse al Arca de la Alianza como contenedor griálico puesto que dentro se hallaban las Tablas de la Ley, o sea, el Decálogo, esto es la quintaesencia sobre la que erigió el pueblo hebreo (y después el judío) su vida religiosa, moral, económica y social… O sea, que el Arca de la Alianza y su contenido es el Grial Hebreo-Judío por antonomasia.

Dentro del ciclo literario  griálico medieval, tan sólo en el grial-graal de Eschembach es una piedra, además muy singular por cierto. Y pudiera ser una “piedra del cielo”, esto es, un trozo de algún meteorito, como la Piedra Negra de la Kaaba y como quizás algún betilo adorado por los israelitas y tal vez custodiado en el Arca de la Alianza. Y cierto es que, como ha cotejado Hancock, se pueden aceptar algunas similitudes en diversas referencias del Parzival de Eschembach con las bíblicas del Arca de la Alianza, además, el hijo del mestizo Fierefiz, hermanastro de Parzival se convertirá en el Preste Juan, donde finalmente se custodiará el graal según “El joven Titurel”, obra vinculada a Eschembach. Además, Fierefiz es el fruto de las relaciones de su padre, Gahmuret, con la reina negra Belekane que, en el ámbito de la amplificación simbólica, nos remiten a Salomón y la reina de Saba, llamada Belkis en el Corán y Makeda en el libro de leyendas historicistas abisinias Kebra Negast, en el que se afirma que el hijo del rey hebreo y de Makeda, Menelik I, llevó el Arca de la Alianza a Etiopía, de donde no ha salido.

 Estirpe salomónica etíope, Arca de la Alianza y tabotat

“Si el río suena, agua lleva”. Algo parecido acaece con algunas leyendas: que fantasean sobre algún hecho real. ¿Puede acontecer lo mismo respecto al Kebra Negast y el Arca de la Alianza? Para Hancock no hay duda alguna.

Resumiendo su tesis: En torno al 955 a. C se deposita en el sanctasanctórum del primer Templo, el construido por Salomón.  Para evitar su profanación por el pecador Manasés es portada por fieles sacerdotes del Templo a la isla egipcia de Elefantina donde construyen un templo para custodiarla y donde permanece dos siglos.  Al ser destruido este templo se la llevaron a Etiopía siendo depositada en un tabernáculo de la isla Tana Kirkos. “Durante los ochocientos años que siguieron ocupó el centro de un numeroso y peculiar culto judaico, un culto cuyos miembros eran los antepasados de todos los judíos etíopes de hoy”.  El linaje regio etíope se considera descendiente de Salomón.

Posteriormente se cristianiza el rey (negus) y con él se impone el cristianismo, cayendo el Arca en manos cristianas y siendo trasladada a Aksum, en una iglesia construida al efecto, Santa María de Sión.

Pasó el tiempo y la memoria histórica se transformó en leyendas recogidas en el Kebra Negast en el siglo XIV. La verdad quedó oculta en relatos de magia y leyendas, pero los templarios adivinaron la verdad y viajaron a Etiopía para buscarla y portarla a Europa, mas no consiguieron apropiarse de ella. “Fue además expresada por Wolfram von Eschembach en su relato ‘Parzival’, donde el Santo Grial, ‘la consumación de los anhelos del corazón’ servía como oculto criptograma del Arca de la Alianza… Arca y Grial son uno y lo mismo”. Y el Arca con su contenido, las Tablas de la Ley, permanece en Aksum, cuando menos las Tablas (quizás el Arca esté ya desintegrada debido a la erosión, supone Hancock). El culto al Arca de la Alianza y las Tablas sigue evidenciándose en los miles de tabotat de las iglesias cristianas etíopes que son tablas de madera o piedra con letras y una iconografía variada que son esquematizaciones de las Tablas de la Ley.

Lo que no cuenta Hancock es el rumor del rumor sobre el soborno del Mossad al gobierno etíope en 1991 para que le dieran el Arca a cambio de trasladar a Israel unos 14.500 etíopes judíos (falashas) con aviones en la  Operación Salomón que duró 36 horas.  Según William F. Dankenbring, el Mossad pagó a los funcionarios sobornados unos 42 millones de dólares.

Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor, “lo soriano”

Se dice que esta frase la pronunció Bertrand Duguesclin al ayudar a Enrique de Trastamara cuando éste mató con arma blanca a su hermanastro Pedro el Cruel. He asumido esa frase siempre que escribo sobre temas controvertidos pero que pueden redundar en beneficio de un mayor conocimiento sobre las tradiciones, el arte, la historia y el turismo de Soria, “mi señor”.

He argumentado en artículos y libros por qué estimo que el convento templario de la diócesis de Osma de San Juan de Otero citado en una bula papal de Alejandro III se encontraba, a la sazón, en la Villavieja del cerro del castillo de Ucero, donde subsisten las ruinas de una fortaleza posterior y las de una iglesia, y que posteriormente, tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212) se retiraron del cerro y construyeron la actual ermita de San Bartolomé (llamada popularmente San Bartolo) junto a la Cueva Grande del Cañón del Río Lobos (hoy Parque Natural).

El templo dicen los expertos que se construyó en el primer tercio del siglo XIII y es protogótico, o sea que tiene elementos románicos e iniciales del gótico. Los signos canteriles, que son numerosísimos, según el historiador de arte Teodoro Ramírez provienen de canteros aquitanos, o sea, provenientes de la francesa Aquitania, de donde suponen algunos historiadores de arte que fue el maestro de obras que diseñó la portada románica de Santo Tomé (hoy Santo Domingo) en Soria ciudad.

Tengamos en cuenta algunas fechas con los hechos que destaco:

– Los nueve caballeros franceses que fundan el Temple lo hacen en Jerusalén en 1119 y son reconocidos eclesiásticamente por el Concilio de Troyes en 1128, amparados por San Bernardo de Claraval.

– En 1146 se documenta la primera posesión templaria en la provincia de Soria, el poblado de Villaseca de Arciel es entregado al Temple.  Un año antes llega a Europa el rumor de la existencia de un misterioso Preste Juan.

– Hacia 1160 llega a Jerusalén como exiliado político el príncipe Lalibala (Gebre Mesqel Lalibelamm) huyendo de su hermanastro, rey de Etiopía. Y hacia este año sitúa el cronista diocesano de Osma, fray Gil González Dávila la existencia de templarios sorianos: “También tuvieron rentas en este Obispado los Caballeros Templarios, y era suyo por los años 1160, San Juan de Otero”, afirma en su “Teatro eclesiástico de la iglesia catedral de Osma” (1618).

En abril de 1165 claudica el rebelde obispo de Osma, Juan, ante el papa Alejandro III, que le había incluso excomulgado. Acepta todas sus exigencias y así consigue mantenerse como prelado hasta su muerte el 23 de abril de 1174. Como he escrito en un ensayo de 2012 «resulta del todo factible suponer que Alejandro III, molesto con la pertinaz rebeldía del obispo don Juan y temiendo que volviera a las andadas con sus reclamaciones territoriales, optase por ser precavido y ‘guardarse las espaldas’ estableciendo a 15 kilómetros al norte de la catedral de El Burgo de Osma una fuerza militar que, ante todo, le fuese fiel plenamente…. ¿Y cuál era la Orden Militar que estaba sujeta únicamente a la autoridad papal y excluida de la jurisdicción episcopal y civil? ¡La Orden del Temple!».

– 1170: Por esos años una bula del papa Alejandro III refiere que en la diócesis de Osma los templarios tienen un convento, San Juan de Otero. Así lo asegura Esteban de Garibay (1533-1599), y en alguna ocasión he datado el despacho de dicha bula el 10 de octubre de 1170, aunque ahora no he podido localizar de donde tomé dicha referencia.

Durante el maestrazgo calatravo de frey Fernando Escaza (iniciado en 1169) se entabla un pleito que encauza Alejandro III entre calatravos y templarios por los bienes del fallecido frey Fernando Núñez de Fuente Armexil, hermano del señor de Fuentearmegil Pedro Núñez, al que hiciera famoso Don Juan Manuel en «El conde Lucanor». Pleito motivado porque antes de ser calatravo había sido templario en San Juan de Otero (reparemos en que Fuentearmegil y Ucero distan muy pocos kilómetros entre sí). La referencia a tal pleito la dio a conocer Francisco Rades de Andrada, cronista calatravo.

En mi “Guía Templaria de Guadalajara” señalo que el papa Alejandro III otorgó numerosos privilegios a la Orden del Temple y que ratificó con su bula “Quam sit utilis”, de 1163, la bula “Omme datum optimum” firmada por Inocencio II, en 1139, por la que el Temple quedaba emancipada de toda autoridad eclesiástica y civil, quedando únicamente sujeta al pontífice de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Asimismo cabe reseñar que presidió el III Concilio de Letrán (1179) y que aprobó las reglas fundacionales de dos grandes Órdenes Militares españolas – Orden de Calatrava (1164), Orden de Santiago (1175)- y confirmó la de la Orden de Alcántara. Curiosamente las dos primeras –Calatrava y Santiago- tuvieron su génesis fundacional histórica en la provincia de Soria: la primera en Almazán y la segunda mediante un concilio celebrado en Soria (1173) al que asistió el cardenal Jacinto, legado pontificio, siendo el anfitrión y organizador Juan, obispo de Osma.

– En 1177 Alejandro III responde en carta a una misiva del Preste Juan y su petición de que le reconocieran un altar en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Si ese Preste Juan era el rey de Etiopía, se trataba del hermanastro del príncipe Lalibala.

– En 1182 se difunde el primer libro griálico, el escrito por Chrétien de Troyes.

– En 1185 retorna el príncipe Lalibala a Etiopía desde Jerusalén, derroca a su hermanastro y es coronado rey. Mandará construir una serie de iglesias monolíticas en la capital del reino, Roha, hoy conocida con el nombre de Lalibala que reconvierte en una Nueva Jerusalén. Hancock supone que los templarios participaron en este afán constructivo de Lalibala y que permanecieron durante mucho tiempo en Etiopía… tratando de hacerse con el Arca de la Alianza, sin éxito.

– En 1189 Lalibala persuade a Saladino (que había tomado Jerusalén en 1187 y expulsado a todos los cristianos) para que los etíopes tuvieran capilla con altar en el Santo Sepulcro, a lo que accede Saladino.

– Entre 1195-1210 escribe “Parzival” Wolfram von Eschenbach retomando el grial de Chretién de Troyes pero con muchas diferencias, entre ellas que el Grial es una piedra caída del cielo. Por esa época se está construyendo el pórtico norte de la catedral de Chartres donde figura la referencia iconográfica y epigráfica al Arca.

– Entre 1194 y 1225 (torres aparte) se construye la catedral gótica de Chartres.

– En 1210 el geógrafo armenio Abu-Salíh señala que en Etiopía se encuentra el Arca de la Alianza y que fueron personas blancas los maestros de obra de las iglesias monolíticas de Lalibala y que, además, se quedaron a vivir y en las ceremonias religiosas principales del Arca de la Alianza estas eran portadas por personas «de tez blanca y rojiza, con el pelo rubio». Hancock y otros investigadores deducen que estos blancos eran templarios.

En el primer tercio del siglo XIII se construye la actual ermita de San Bartolo en el señorío de Ucero, junto al río Lobos, templaria según afirman el cronista diocesano Loperráez y el cura de San Leonardo a finales del siglo XVIII. Si la construcción es templaria y los templarios conocían que los tabotat eran esquematizaciones del Arca de la Alianza (o mejor dicho, de las Tablas de la Ley o quizás de la tapa o alguna representación iconográfica en los laterales del Arca). Por tanto que los templarios de Ucero mandaran representarlos en la réplica esquemática de los presuntos tabotat de los dos capiteles de San Bartolo… es una posibilidad que no se puede rechazar sin más.

– Hacia 1272 compone Albrecht von Scharfenberg «Jüngere Titurel»   («El joven Titurel).

– Entre 1314 y 1321 se compuso el libro Kebra Nagast, supuestamente basado en tradiciones seculares.

– En 1307 son capturados los templarios en Francia por orden de su rey Felipe el Hermoso y se inician procesos de captura en otros reinos.

– En 1312 el papa Clemente V disuelve la Orden del Temple.

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