Las torres de presura y campesinos del Rituerto Campo de Gómara
Eduardo Carrión Matamoros, en su ensayo de 1998 sobre la zona oriental soriana en la Alta Edad Media, reitera que las torres rectangulares del Campo de Gómara y el oriente soriano muestran unas diferencias constructivas y de volumen con las atalayas de aparejo califal tan abundantes desde Medinaceli hasta la comarca de San Esteban de Gormaz. Y reconoce que «plantean grandes dificultades en orden a la filiación y datación de las mismas», siendo el primero de ellos el de su origen islámico o cristiano. Al respecto indica que es «difícil de dilucidar con precisión dado que su uso militar se perpetúa en un vasto espacio temporal y ello daría lugar a que fuesen construidas en épocas diferentes -dados los diferentes esquemas constructivos a que, a su vez, se hallan afectas- o las modernas sustituyan desde los cimientos otras más antiguas».
Dada la carencia documental son los datos arquitectónicos y toponímicos los que han de prevalecer para datarlos cronológicamente y ahí es donde las interpretaciones de los investigadores discrepan como bien ha resumido Ignacio Javier Gil Crespo en su tesis doctoral de 2013 sobre las fortificaciones fronterizas sorianas respecto al reino de Aragón, reconvertida en el libro Castillos y villas de La Raya. Fortificación fronteriza bajomedieval en la provincia de Soria. Los denomina torreones-refugio (otros los califican de torres campesinas, por ejemplo) y geográficamente nos ubica esa veintena de torres en torno a los valles de los ríos Rituerto y Araviana, sierra del Madero y de la Pica y en el Campo de Gómara.
Cronológicamente «la datación más antigua se marca en los últimos años en que la Marca Media del califato cordobés ostentó la titularidad de este territorio como medio de defensa y vigilancia de un territorio ante el avance de Castilla. Por el contrario, el límite más tardío pasa de la reconquista definitiva del territorio por parte de Alfonso I de Aragón en el siglo XII e, incluso, hasta los siglos XII-XIV para algunos torreones». Para esta última adscripción, por ejemplo, Carrión Matamoros afirma que la actual torre de Aldealpozo que muestra un aparejo primitivo en su base (similar en su opinión a los de Castellanos, Masegoso, La Pica y Noviercas), fue construida en la primera mitad del siglo XII. Y por cierto que destaca que Aldealpozo se llamaba Canales por lo que podría ser una puebla de gente de Canales de la Sierra (así como Salas -cerca de Ólvega- lo sería por colonos de Salas de los Infantes y Carazuelo por personas provenientes de Carazo, zonas todas ellas que conocían las tradiciones orales en torno a la epopeya trágica de los Siete Infantes de Lara). A lo que añadimos por nuestra parte que en la puebla de Soria existe una collación-parroquia denominada San Martín de Canales.
Tan amplio arco temporal en la posible datación de las torres medievales de esta zona ha generado un debate académico «entre aquellos investigadores que incluyen la construcción sistemática de torreones en época califal y quienes entienden que se trata de torres de presura o de ocupación del territorio por parte de las poblaciones mozárabes que poblaban la franja territorial sin jurisdicción definitiva entre la Castilla cada vez más avanzada y el reino taifa de Zaragoza a los que se añaden los que consideran su uso y probable construcción en pleno período medieval… También se ha propuesto que se trate de un sistema de fortificación de presura cristiana por parte de los mozárabes con que Alfonso I de Aragón repobló el territorio hacia l siglo XII».
Topográficamente se diferencian de las atalayas-vigías del sur soriano porque no se instalan en geoestratégicos puntos altos ni jalonan vías de comunicación, «antes bien, las torres se ubican perfectamente en terrenos llanos y poblados», dado que es a estas poblaciones a las que protegen como refugio temporal que permitía el saqueo del enemigo y su inmediata marcha hacia otros enclaves a los que esquilmar el cereal y el ganado.
Frente a la datación califal defendida entre otros por Lázaro Carrascosa, Domínguez Hernández y Lorenzo Celorrio, se alza las de Bernard Remón, Cobos Guerra y Retuerce Velasco, así como la de Carrión Matamoros, mientras que Cooper estima que algunas torres (Masegoso, La Pica…) surgen con los incipientes señoríos del XIII y XIV para vigilar dehesas agosteras de ganado lanar.
Carrión Matamoros, cotejando los datos arquitectónicos, históricos y toponímicos, llega a dos conclusiones: «1º- Que las torres del Campo de Gómara, zonas limítrofes al Moncayo y Tierra de Almazán tienen orígenes o antecedentes islámicos; la mayor parte de ellos serían destruidas a finales del siglo XIII y, posteriormente, en algunos casos reconstruidas o reparadas las que se libraron de tal acción destructiva. 2º- Que las torres de la zona alta del Rituerto y ámbito de influencia de Ágreda tienen con seguridad origen cristiano…». Las más antiguas de construcción cristiana son no anteriores a la segunda mitad del siglo XI y las restantes quizás de finales del XII o inicios del XIII.
Para Manuel Retuerce y Fernando Cobos las torres del Madero-Rituerto son cristianas, en una topografía a la sazón cubierta de bosque, no cerealista como ahora: «No hay ninguna torre que ocupe una posición que pudiera considerarse mínimamente estratégica, ni están dispuestas a lo largo de un hipotético recorrido; simplemente, se repartirían los lotes de un valle y sus fuentes de agua, respetando unas distancias entre cada una de ellas de unos cuatro o cinco kms, repitiendo exactamente el esquema de poblamiento de las Merindades del norte de Burgos. Por otro lado, las torres son demasiado grandes para ser consideradas como atalayas, y excesivamente pequeñas para tener una guarnición significativa, absurda en todo caso, como estructura estatal de control de una frontera«.
Franja territorial controlada por Fernando I y Sancho II
Es más…, para ellos, la presencia del bajorrelieve de un castillo como emblema en la torre de La Pica «está señalando la ocupación y posesión de un territorio por parte de Castilla». Torre que fechan a mediados del siglo XI, bien durante el reinado de Fernando I de León (conde de Castilla desde 1029, y rey consorte leonés desde 1037) o de su hijo Sancho II (primer rey de Castilla, 1065-1072). Y se preguntan si la ocupación de la zona se dirimió contra la taifa de Zaragoza o acaso contra el rey navarro: «En efecto, es Sancho IV Garcés de Navarra quien en esta época podría disputar toda esa región».
Argumentan para ello que Sancho I Garcés de Navarra poseyó por poco tiempo Ágreda en los albores del siglo X, lo que prueba claramente «el interés navarro por estas tierras, su lógica zona de expansión meridional». Además recuerdan la delimitación fronteriza desde el pico de San Lorenzo, cerca de San Millán de la Cogolla, hasta Garray, en documento con fecha de 1016 (aunque podría ser realmente de casi mediados de esa centuria). Así que, tanto Fernando I como Sancho II conocían el interés geoestratégico navarro hacia esta zona y, por consiguiente, tenían que tratar de contrarrestar tal posibilidad.
Por otra parte, todo parece indicar que los Valles del Razón y Tera, Garray, Campillo de Buitrago y todo la zona comprendida al norte de las Sierras del Almuerzo y el Madero así como las Tierras Altas estaban entonces bajo el dominio navarro.
Leemos en la edición electrónica del Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la historia que Sancho II, «Desde su juventud fue destinado por su padre a la frontera oriental del reino, donde estuvo desde 1060 a 1065. En 1063 dirigió personalmente la expedición de ayuda al Sultán taifa de Zaragoza en la batalla de Graus, enemistado con Ramiro I de Aragón, que allí encontró la muerte. Dos años más tarde, en 1065, apoyó el ataque de Fernando I a la taifa del Ebro por su negativa a tributar las parias comprometidas. Desde allí, el Monarca partió a sitiar Valencia, aunque la enfermedad que le condujo a la muerte le obligó a levantar el real y volver a León. Su desaparición hizo efectivo el primer reparto del viejo reino: Sancho, el primogénito, recibió Castilla con título de soberano, junto a las Asturias de Santillana y las antiguas tierras de los Banu Gómez: Liébana, Monzón, Saldaña y Carrión de los Condes. Junto a éstas, se añadían los derechos sucesorios en Navarra así como las parias de Zaragoza…».
De esta lectura, y de lo apuntado por Retuerce y Cobos, cabe intuir que si la taifa de Saraqusta/Zaragoza (gobernada por Al-Muqtádir de 1046 a 1081) pagaba parias a Fernando I y a Sancho II, a los que además recurrieron militarmente en 1063 y 1065, estos a cambio bien pudieron conseguir de Al-Muqtádir la posesión de todo el territorio que iba desde la curva de ballesta del Duero en torno a Soria hasta quizás Ágreda misma, constituyendo así una extremadura castellana frente al reino pamplonés y la taifa de Zaragoza.
¿Cómo pudo auxiliar militarmente el infante Sancho a Al-Muqtádir en Graus, que está al oeste de Huesca, si no accede desde el condado de Castilla a través de estos territorios sorianos para dirigirse desde Tarazona hacia Zaragoza y desde allí a Graus?
Quizás este probable pacto -que deducimos debió existir debido a estos dos casos de dependencia militar y de parias que Al-Muqtádir tuvo con Fernando I y luego con su hijo Sancho II-, explica la poca presencia documental de Ágreda en este período y que hubiese dejado de ser un baluarte islámico temible, como sí lo siguió siendo la cercana Tarazona hasta que fue conquistada por Alfonso I el Batallador.
A este respecto conviene reseñar que Domínguez Hernández (que estima que estas torres se alzaron entre la primera mitad del siglo X e inicios del siglo XI) acepta que algunas de ellas fueron reconstruidas «en la segunda mitad del siglo X, a raíz de la expedición de Fernando I por tierras sorianas en 1054, como lo sugiere el cambio de aparejo que presentan».
Muy interesantes también son los mapas elaborados por Santiago Lázaro Carrascosa en 2007 para su ensayo «Aproximación al estudio del sistema defensivo musulmán en la frontera de la zona oriental soriana (siglos X-XII)»; siendo dos de ellos los que reproducimos a continuación en el que sitúa la línea fronteriza cristiano islámica entre los años 1086 (Toledo se rinde ante Alfonso VI) y 1010 que coincide con la que hemos referido relativa al territorio soriano de dominio pamplonés-navarro.
De Alfonso VI al Batallador
A su vez, Alfonso VI «el Bravo», tras adueñarse de Toledo en 1085 va apropiándose de numerosas poblaciones de la Taifa de Toledo. Y en lo que respecta a Soria, sabemos que Medinaceli -que estaba «bamboleando» entre la Taifa de Toledo y la de Zaragoza- está en sus manos en 1104, y que Almazán igualmente se encuentra bajo su tutela bastante antes, hacia 1098 cuando menos. Y sabemos igualmente que se apropia de la mitad de La Rioja tras el magnicidio de Sancho Garcés IV de Pamplona el 4 de junio de 1076, poniendo como administrador de su zona riojana a García Ordóñez, al que hace conde de Nájera y encomienda en 1106 la repoblación de Garray pero poco después fallece el 29 de mayo de 1108 en la batalla de Uclés, por lo que dicha puebla debió quedar algo truncada. Al morir Alfonso VI el 1 de julio de 1109, sus reinos pasan a su hija Urraca que casa con Alfonso I, el Batallador, rey de Pamplona (Navarra y media Rioja) y Aragón (debate sigue habiendo acerca de si hubo esponsales antes de fallecer Alfonso VI o incluso matrimonio). Por los pactos de las capitulaciones, Alfonso I pasa a ser rey efectivo -y no consorte meramente- de los reinos de Urraca, por lo que el territorio soriano que desde Fernando I de León está en manos cristianas pasa a su potestad, y en 1119 decide FUNDAR la ciudad de Soria, que no existía como población aunque tal vez hubiera una atalaya en el cerro del actual castillo. Y el territorio de la actual provincia de Soria, prácticamente en su totalidad, lo mantendrá bajo su dominio hasta fallecer en 1134. Y en 1136 este territorio soriano pasa definitivamente al Reino de Castilla de Alfonso VII el Emperador, su hijastro.