Poeta extraordinario, pintor-grabador excepcionalmente original y lleno de creatividad, apóstol de la Religión de la Imaginación, forjador de una mitología aparentemente novedosa en sus Libros Proféticos, y, sobre todo, visionario-vidente peregrino en diversos estados-estratos del Mundo Imaginal. Todo ello fue este gigante llamado William Blake (1757–1827), el gurú primordial de Neville Goddard (1905-1972), como lo ha sido también de Kathleen Raine (1908–2003), quienes asumieron en sus vidas muchos de los conceptos de las cosmovisión blakeana y que son, quizás, quienes mejor han sabido interpretar esa Religión de la Imaginación que nos va a ocupar en este breve ensayo.

Aurea Catena en William Blake
William Blake se propuso, a través de su particularísimo arte (como poeta, pintor, grabador…), ayudar a quienes estuviesen preparados a romper las “cadenas forjadas por la mente” subjetiva y colectiva (eclesial, política, económica, científica..). Rebelde total contra «lo establecido» por los estamentos de los diversos poderes citados, Blake afronta dicha tarea como un nuevo Arjuna aleccionado por su particular Khrisna que, inicialmente, denominara Genio Poético y que al final de su vida (1827) calificaría como Hombre Verdadero cual Anthropos Cósmico Regenerado-Hombre Perfecto, en el que personificaba metafísicamente la Imaginación Divina.
«Traedme mi Arco de ardiente oro,
traedme mis Flechas de Deseo,
traedme mi lanza: ¡Oh nubes, descubríos!
Traedme mi Carro de Fuego.
No cesaré en la Lucha Mental
ni dormirá mi Espada en mi mano
hasta que hayamos erigido Jerusalén
en la plácida y verde tierra…” (Jerusalem).
Príncipe de la Mente y Viajero Mental se autodenominó en alguna ocasión, y se consideraba destinado a cumplir una misión iluminadora para el psiquismo humano de quienes estuviesen preparados: «¡No ceso de trabajar en mi gran tarea! Abrir los Mundos Eternos, abrir los Ojos inmortales del Hombre a los Mundos del Pensamiento en su interior; a la Eternidad siempre expandiéndose en el seno de Dios, la Imaginación Humana.” (Jerusalem). O dicho de otra forma: «La naturaleza de mi obra es visionaria o imaginativa; es mi empeño restablecer lo que los antiguos llamaron la Edad Dorada» (Visión del Juicio Final, 1810). Y consideraba en buena parte cumplida su misión, como se intuye en esta promesa escrita en el prefacio dirigido a todos los cristianos en el capítulo IV de Jerusalem:
«Te doy el extremo de una Cuerda Dorada;
hazla un ovillo,
te llevará a la puerta del cielo,
construida en el Muro de Jerusalén».
Visionario de arquetipos personificados en el Mundo Imaginal
William Blake tuvo visiones desde niño hasta el mismo momento de su muerte. Fue un vidente de esos estratos del ser en los que los arquetipos se corporizan sutilmente, psíquicamente, y en donde el psiquismo los percibe con sus «sentidos interiores» y, de retorno a las coordenadas espacio-temporales cotidianas de la vigilia, trata de interpretarlos y, mediante la imaginación activa, los expresa dándoles forma visual y literaria. «La Inspiración y la Visión eran entonces, son ahora, y espero lo serán siempre, mi Elemento, mi Eterna Morada», confiesa hacia 1808 en sus anotaciones críticas a las Reflexiones de Joshua Reynolds, pintor y director de la Royal Academy of Arts.
Esos estados del ser, situados más allá de la percepción sensorial normal y de su «digestión racional común», configuran lo que se ha dado en llamar Mundo Imaginal desde que Henry Corbin calificara como Mundus Imaginalis a un estrato extrasensorial percibido por los visionarios esotéricos del Islam generalmente denominado alam al Mithal (véase para más información mi libro Perdidos en el Mundo Imaginal y diversos artículos publicados en jungmundoimaginal).
Así que, ante tantas experiencias visionarias que, para la psique de William Blake, tenían la validez vital que tiene toda realidad psíquica ( «Cada ojo ve diferente. Según sea el ojo, tal es el objeto», escribe hacia 1808)-, la existencia era mucho más que percepciones tridimensionales cotidianas de la vigilia enmarcadas en su espacio-tiempo normal pues, como asegura Blake «las percepciones del hombre no tienen sus límites en los órganos de la percepción; él percibe más que lo que el sentido (por agudo que sea) puede descubrir» (No hay religión natural, 1788).
Blake veía entidades con forma humana de personajes fallecidos (bíblicos incluidos) y también otro tipo de entes no-humanos («¿Eres una flor? ¿Eres una ninfa? ¡Ora te veo como una flor ora como una ninfa!», escribe en su poema Visiones), y hablaba con ellos… Y lo que veía y oía, posteriormente, lo pintaba o lo describía en prosa o en verso adaptándolo a sus habilidades artísticas y a sus aptitudes literarias.
Por tanto no pudo por menos que sentir dentro de sí -no por la fe, sino por experimentarlo durante años y años- que la Imaginación era la facultad más trascendental del ser humano, la raíz de todos los sentidos interiores y fisiológicos, su sustrato y función coordinadora y directriz, puesto que la propia esencia de la conciencia (o consciencia) era casi un epifenómeno de la Imaginación, como lo era igualmente el mundo.
Es de suponer que, ante tanta avalancha de imágenes arquetípicas y personificaciones en forma humana provenientes de ámbitos psicoideos supraconscientes, William Blake recurriese a diversos libros y conversara con distintas personas con conocimientos esotéricos para intentar contextualizar sus visiones numinosas. Y en esta búsqueda es donde encontró referencias a la Imaginación Creadora en Paracelso así como en Jakob Boehme y en Emanuel Swedemborg, e igualmente encontraría fragmentos en las obras de Platón y de varios neoplatónicos, Plotino incluido, traducidas a partir de 1787 por Thomás Taylor, «el Ficino Inglés» (1758-1835). Tales referencias sobre la Imaginación le sirvieron para plasmar en palabras sus vivencias y concepción sobre la Imaginación.
«La verdadera facultad del conocimiento es la facultad que experimenta; de esa facultad me ocupo yo», afirma Blake. Neville Goddard, su discípulo más brillante en el ámbito de la Imaginación Creadora, lo expresa de forma más vedantina: «La sustancia esencial de todas las cosas es la conciencia». Resuenan aquí enseñanzas profundas del Vedanta, como la del Kaushitaki Upanishad («No es la mente la que deberíamos querer conocer sino al conocedor»). Y en la cosmovisión de Blake -entiendo yo-, la conciencia es la primera emanación de la Imaginación Divina, de ahí que escribiera: «La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma» (Milton, Libro II). Un hindú asociaría fácilmente esta concepción blakeana tan inclusiva-totalizadora de la Imaginación a Maya, que es la que posibilita la conscienciación de la manifestación fenoménica tal como la percibe la psique. «Cuanto vemos es Visión, de órganos de condición transitoria, que reside en la Imaginación, considerada como quimera por el hombre natural», escribe Blake en su Laacoonte (1828).
Así que, en este contexto conceptual blakeano, no puede asombrarnos ya que diga, en Jerusalem, que «todas las cosas existen en la imaginación humana». O que manifieste: «Las cosas mentales son las únicas reales; de lo que llaman corporal nadie sabe nada, nadie conoce el lugar donde reside; su residencia pues es una sofistería, y su existencia una impostura. ¿Dónde está la existencia fuera de la mente o del pensamiento? ¿Dónde como no sea en la mente de un necio?» (Visión del Juicio Final, 1810).
Y dice también Blake: «… Y sé que éste Mundo es un Mundo de Imaginación y Visión. Cada cosa que veo la pinto en este mundo, pero no todas las personas ven de la misma manera. Para los ojos de un mísero, una guinea es más bella que el sol y una bolsa gastada por el uso del dinero tiene proporciones más hermosas que una vid colmada de uvas. El árbol que inspira a algunos lágrimas de dicha es a los ojos de otros sólo una cosa Verde interpuesta en el camino. Algunos ven la Naturaleza toda ridículo y deformidad, y por éstos no regularé yo mis proporciones; y algunos apenas ven siquiera la Naturaleza. Pero para los ojos del Hombre de Imaginación, la Naturaleza es la Imaginación misma. Tal como un hombre es, así es como ve. Tal la formación de su ojo, tales sus poderes».
increíbles imagenes , felicitaciones, digna de un ángel,gracias por tu trabajo
Excelente! Gracias por compartir esto con todos.
excelente información y la forma de transmitir el mensaje del maestro de Neville Gorddard. Manantial infinito que brota de toda la sublime escritura de su discípulo, escrupulosamente la imaginación. Cuando explica el deseo, la fe, la conciencia. Ademas Blake, transmite los conocimientos anteriores de sus maestros. Con erudita profundidad.Bendita sea esta información y que existan muchas, con un acabado excepcional, gracias.