Hijos de la Luna
Sol y Luna simbolizan facetas complementarias, aparentemente opuestas, de la psique humana. Y su marco simbólico es muy amplio y escalonado o gradual, esto es, variado en sus diversos niveles de interpretación-captación. En el texto de Shakeaspeare, que Welles incorpora en la película, la Luna revela su matriz arquetípica poco antes de la primera despedida del príncipe Hal y de Falstaff en el film a la entrada del patio de la taberna y con las murallas de Ávila al fondo, hacia el minuto 11 (en el drama Enrique IV, parte I, se encuentra al inicio de la escena segunda del acto primero).
El diálogo, en Shakeasperare, es el siguiente:
- Falstaff: «…nosotros, los tomadores de bolsas, vamos a favor de la luna, y los siete astros y no bajo Febo, el espléndido caballero errante… Digo que cuando seas rey no permitas que nosotros, los guardias de corps de la noche, seamos llamados ladrones de la belleza del día; que se nos llame los guardabosques de Diana, caballeros de la sombra, favoritos de la luna; y que se diga que somos gente de buen gobierno, siendo gobernados como el mar, por nuestra noble y casta señora la Luna, bajo cuyos auspicios robamos.
- Hal: «Dices bien y hablas verdad; porque la fortuna de nosotros, los hombres de la luna, tiene, como el mar, flujo y reflujo, estando, como éste, gobernada por la luna..».
En la película Welles-Falstaff le dice: «Hal: cuando seas rey no dejes que nos llamen ladrones de la belleza del día ya que de noche andamos, sino guardabosques de Diana, caballeros de la sombra y que se diga que somos gente de bien ya que, como el mar, nos gobierna nuestra hermosa y casta señora, la luna, bajo cuya cara robamos».
La traición
En diversas películas de Welles se expone de forma distinta la traición entre amigos y en Campanadas a Medianoche se muestra con esos picados y contrapicados wellesianos grabados en el triple escenario de la iglesia de Cardona, el refectorio soriano de Santa María de Huerta (cuyas imágenes vemos a continuación) y el hangar de Carabanchel en donde se construyó la taberna y su entorno, así como la ambientación para estas escenas de Falstaff acudiendo a la coronación, interrumpiéndola esperando ser premiado con cargos en la Corte y prebendas, y su estupefacción y caída de rodillas, anonadado, al ser repudiado por el nuevo rey, Enrique V (que ya no es su querido príncipe y pupilo Hal), que además le destierra.

Esta es la escena cumbre de la película, según Welles, debido -creemos por nuestra parte- a que Welles se identificó psíquicamente con Falstaff en diversos aspectos, como es el de ser ambos traicionados, repudiados y desterrados (Welles recibió estos «desfavores» por parte de los mandamases de Hollywood y tuvo que «exilarse» a Europa). Por eso, cuando terminó la escena arrodillado, el equipo técnico tuvo que ayudar a Welles a levantarse del suelo y vieron que estaba llorando. Pues bien, idóneo es ahora recordar el «momento psíquico humano» del sentimiento de un Jesús cruficado al sentirse, en cierto modo, «traicionado» por su Padre, cuando exclama poco antes de expirar, acogiéndose al inicio del Salmo 22, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Ahora bien, alejándonos ahora de la visión wellesiana de los dos personajes centraldes, consideramos que Hal -que ha renunciado a su vida licenciosa y desordenada, amoral, que vivió al lado de Falstaff- y que ha sido acogido-perdonado por su agonizante padre Enrique IV (lo que nos remite al evangéligo Hijo Pródigo)- deja a un lado su «sombra» (en el sentido junguiano del término) y asume su nuevo estado, regio, como Enrique V (junguianamente: un paso hacia el Sí-Mismo en el Proceso de Individuación), renuncia a «todo un mundo» de prevalencia en el goce sensorial, sin responsabilidades, sin leyes, etc.., como intuyera Falstaff durante la comedia de la Taberna de la Cabeza del Jabalí.
La muerte
En la película, Enrique V manda rápidamente poner a Falstaff en prisión aunque poco después se arrepiente y ordena que le suelten, pero ya es tarde pues Falstaff muere de tristeza esa noche en la prisión, como escribe Shakeaspeare en Enrique V.
Sonia Sánchez Recio ha relacionado las dos figuras laterales del tímpano de Santo Tomé-Sto. Domingo de Soria con las escenas de Campanadas… al final de la película: «Ahora si se escuchan de verdad las campanas; proceden de una iglesia cercana (Santo Domingo, en Soria), de la que vemos su peculiarísimo tímpano: una Trinidad «Paternitas», como si Dios padre anunciara al viejo y desengañado John Falstaff que muy pronto va a acogerle en su trono. En un más que simbólico fundido de planos se pasa a la fachada de la posada La cabeza del jabalí. Allí la posadera, Mistress Quickly (Margaret Rutherford) y el joven paje (Beatrice Welles) aparecen como dos «custodios» a ambos lados de la puerta, dispuestos casi de manera analógica al tímpano de la iglesia. La posadera, con la mirada perdida, afirma «Ha muerto como un niño recién bautizado. Partió justamente entre el mediodía y la una».
Volver al «estado niño» es el deseo final de Ciudadano Kane que subyace en la palabra Rosebud, el nombre del trineo con el que fue feliz siendo niño. Y moribundos hay que sueñan volver a ser niños y retornar a la casa de sus padres que lo acogen y abrazan (y si nos fijamos en las figuras de la mandorla de Santo Tomé de Soria vemos al niño-dios sentado en en las rodillas del padre-dios, por cierto). Esa etapa infantil es la más cercana al Paraíso Perdido, mitema que igualmente subyace en diversas películas de Welles.
En La vida del Rey Enrique V, cuando hablan de la muerte de Falstaff, su viejo compadre Bardolfo exclamaba: «¡Ojalá estuviera yo con él, dondequiera que esté, sea en el cielo o en el infierno!», a lo que la posadera, Mistress Quickly, respondió: «No, de seguro que no está en el infierno; está en el seno de Arturo si algún hombre ha ido alguna vez al seno de Arturo. Ha tenido un fin hermoso, y partió como hubiese partido un niño recién bautizado». No se habla, por tanto, del seno de Abraham, sino del pagano «seno de Arturo» (¡pillín de Shakeaspeare!), y, por cierto que en la arquivolta de los Santos Inocentes en Santo Tomé de Soria también se encuentra una dovela escenificando a las almas de estos niños inocentes acogidos en el seno de Abraham.
Y si antes reseñábamos el inicio del Salmo 22 cabe ahora citar el siguiente, el Salmo 23. Volvamos de nuevo a la narración que hace Mistress Quickly de la muerte de Sir John Falstaff en el drama “El rey Enrique V” (acto II, esc. III), en el que entresaca conceptos de dos versículos que se utilizan en los funerales católicos aún hoy día («Por prados de fresca hierba me apacienta» y «Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios», cuando dice que en sus últimas palabras Falstaff hablaba de «una mesa de verdes pastos». En la película, Mistress Quickly, recuerda el final de Falstaff así: «Está en el cielo en paz, si es que alguna vez un hombre llegó allí. Ha tenido una hermosa muerte. Se ha ido como un niño recién bautizado. Partió justamente entre el mediodía y la una [¡lo opuesto a la medianoche de las campanadas¡], cuando la marea [referencia implícita a la Luna] bajaba. Cuando le ví jugar de aquella manera tan infantil con las flores y manotear sus sábanas comprendí que estaba a punto de morir pues la nariz se le afilaba y desvariaba sobre los campos verdes».