Nuevamente partimos del libro “Jaime II y el esplendor de la Corona de Aragón” de José Hinojosa Montalvo para entrar en el tema. Nos dice en la pág. 121 que Ramón LLull (Raimundo Lulio) y Arnau de Vilanova fueron embajadores suyos en la corte papal. “A su importancia literaria se añade que ambos fueron unos agitadores espirituales de relieve, como afirmó J. Rubió y Balaguer, representantes de la corriente espiritualista franciscana dentro de la ortodoxia”. Así mismo indica que Llull (1232-1315) le dedicó tres obras: “Arbre de Philosophia d’ amor” (1298), el Dictat de Ramon y el Libre de Proverbis.
Apunta Miquel Batllori (“Ramon Llull. Obra escogida”) que Llull “promovió la cruzada contra Granada, proponiendo a Jaime II de Cataluña y Aragón como jefe militar, proyecto irrealizable, dados los pactos precedentes entre Castilla y Aragón”.
La vida y obra de Llull ha ocupado a muchos estudiosos durante siglos, y sigue siendo objeto de análisis hoy día pues es una figura magna. Como le aconteciera siglos después a san Ignacio de Loyola, el giro vital que supusieron unas visiones “místicas” iniciadas en 1263 le cambiaron totalmente, dejando a un lado su pasado militar (antes de 1257 le nombraron senescal y mayordomo del futuro rey mallorquín don Jaime), en el caso de Llull a su mujer e hijos.
Dicen que aprendió algo de cábala (esoterismo judío medieval) y sufismo (esoterismo musulmán sunnita) lo que debió servirle, en parte, para la creación de su “Arte Magna” y demás en el que intuyo influencias de la “Ciencia de las Letras” del sufismo (el cual fue antes fuente de inspiración para la cábala según su gran erudito Gershom Scholem). Y ese esoterismo geométrico que otorga Llull al círculo, triángulo y cuadrilátero (esfera, pirámide y cubo), un siglo antes palpitaba metafísicamente en el gran maestro andalusí del sufismo universal, Ibn al Arabi, dato que parecen ignorar plenamente los investigadores lulistas que he consultado por mi parte. Como igualmente Ibn al Arabi recurre a la figura del árbol como “Árbol Filosófico” y “Árbol del Úniverso” para explicar el emanantismo neoplatónico que subyace en su esoterismo.
Igualmente se dice que Arnau de Vilanova le inició en la alquimia estando en Montpellier. Y se le atribuyen muchos textos alquimistas, que rechazan muchos de sus biógrafos, aunque ciertamente existió una “escuela lulista” alquimista (Robert Amadou sugiere que las obras alquimistas lulianas las escribió el judío Raimundo de Terraca).
Sugirió Llull la fusión de la Orden del Temple con la de los Hospitalarios, sin éxito (hasta se dice que se entrevistó en Chipre con el último maestre del Temple, Jacques de Molay, a tal efecto)…; quiso evangelizar a los musulmanes del norte de África como misionero (era realmente LLull –me parece a mí- un intolerante hacia los credos judíos e islámicos y un “fanático católico apostólico romano” ajeno al “cree en tu fe y deja creer a los demás en su fe”), etc, etc, etc.
Miquel Batllori considera que “ni directa ni indirectamente intervino Llull para nada en la persecución de la orden militar de los templarios, ni en la feroz ejecución de su amigo el gran maestre Jacques de Mollay; a pesar de que, una vez aniquilada esta orden, diera fe a la propaganda que sobre sus crímenes y maldades habían programado Felipe el Hermoso y sus ministros. Como los reyes de. Francia y Aragón, también Ramon Llull favorecía la unificación de las órdenes militares, para así facilitar mejor la cruzada de Tierra Santa; pero se oponía mente a los designios de Felipe IV de que el caudillo fuera un príncipe real de Francia y no un miembro de las mismas órdenes militares”. Asistió al Concilio de Vienne donde Clemente V abolió la Orden del Temple y se aceptaron algunas propuestas misioneras de Llull. “Las decisiones del Concilio de Vienne, incluso la supresión del Temple, fueron muy satisfactorias para Ranon Llull”, afirma Ricardo Costa en su monográfico “Ramón Llull y la Orden del Temple” (Abacus, nº 11, enero 2013). A su vez, Miquel Batllori escribe: “Llull ha demostrado felicidad con las decisiones del Concilio su obra De locutione angelorum. La entrega de los bienes de los templarios a los caballeros hospitalarios “alegró sobremanera a Ramón”, pues así se hacía posible vencer a los sarracenos y convertir todo el mundo. Por lo tanto, Llull finalmente aceptó la caída de los templarios y la decisión suprema del Papa en ese caso”.
Y señalan que su misticismo encuentra su mayor exposición en “Cánticos de amor entre el Amigo y el Amado” (conocido como “El Libro del amigo y del Amado”) que es un capítulo de “Blanquerna”, que escribió en Montpellier entre 1283 y 1285. Y explica en “Blanquerna” la influencia sufí de estos Cánticos: “Mientras Blanquerna estaba en esta consideración se acordó de que en cierta ocasión, siendo él Papa, le refirió un moro que entre ellos había algunas personas religiosas, las cuales son muy respetadas y estimadas sobre las demás, y se llaman sufíes o morabitos, que suelen decir algunas parábolas de amor y breves sentencias que inspiran al hombre gran devoción y necesitan su exposición y mediante ésta sube el entendimiento más alto en su contemplación, por cuya elevación asciende la voluntad y multiplica más la devoción. Después de haber considerado todo eso, resolvió Blanquerna componer el libro según el dicho método…”
Magna figura, pues, la de Llull, conocido con el apelativo de “Doctor Iluminado” cuya obra ejerció su mayor influencia posiblemente durante el Renacimiento. Entre ambas épocas, la de su centuria y la del XVI cabe destacar lo decisiva que fue su lectura y consulta para una de las “lumbreras” de la filosofía-teología-metafísica neoplatónica germánica, Nicolás Krebs (Nicolás de Cusa), como asevera Eusebi Colomer en “De la Edad Media al Renacimiento. Ramon Llull –Nicolas de Cusa- Juan Pico della Mirandola” (Ed. Herder, Barcelona, 1973).
Nicolás de Cusa llamó mi atención hace varias décadas a través de las citas y consideraciones que C.G. Jung desgrana en varios de sus libros, sobre todo enlazando su concepto del Sí-Mismo como principio-fin ourobórico del Proceso de Individuación en el que la “Unión de los Contrarios” (no dualismo, por tanto) es la “clave de bóveda” (Jung afirmaba que su “opus magnum” era su gran libro “Coniunctio Oppositorum” con el que concluye su análisis “psicológico” de la Alquimia). Y hay una afirmación junguiana que, pese a haberla leído por vez primera en julio de 1982, nunca he olvidado y que me forzó a comprar dos obras del Cusano. Jung afirma en “Psicología de la Transferencia” que “los alquimistas son por así decirlo los empiristas y experimentadores del gran problema de la unión de los opuestos, mientras que el Cusano es su filósofo”.
También en Jung hay muchas citas alquimistas “lulianas” aunque, muy posiblemente, Llull realmente no escribió sobre Alquimia, siendo apócrifas las obras alquimistas lulianas a él atribuidas. En su “Psicología y Alquimia” nos indica Jung que el testimonio más antiguo que conoce de la relación alquimista Cristo-Lapis Philosophorum se encuentra en el capítulo IX del “Codicillus”, atribuido a Ramon Llull. Al respecto señala Jung: “Aunque muchos de los escritos que se le atribuyen pueden haber sido redactados por discípulos españoles y provenzales”, parece ser verdaderamente de Llul este “Codicillus”.
Así mismo, leyendo en agosto de 1998 “Arquitectura y magia. Consideraciones sobre la idea de El Escorial” (René Taylor) supe del lulismo intelectual que impregnaba a Juan de Herrera, el segundo arquitecto escurialense (el primero fue Juan Bautista de Toledo). Herrera es nada menos que autor del libro “Discurso de la Figura Cúbica, según los principios y opiniones del Arte de Ramon Lull”. Estima Taylor que “su interés por Llull posiblemente le provino de Juan Bautista de Toledo, que había llegado a España desde Nápoles, uno de los grandes centros del lulismo en Italia” (Herrera fue nombrado ayudante del arquitecto mayor escurialense, J. Bautista de Toledo, el 18 de febrero de 1563, y le sustituyó al fallecer el toledano en 1567. Y en el inventario de libros que tenía Herrera al morir en 1597 figuran obras de Llull (poseía más de cien obras lulianas, aunque la mayoría son pseudo-lulianas), pero también de Arnau de Vilanova y de Avicena (de los que he hablado en artículos anteriores), entre otros autores.
Lulismo según Francis A Yates
La inglesa Francis Amelia Yates analiza en diversos ensayos el lulismo renacentista y algunas obras de Llull. Advierte similitudes con la cábala (yo sigo pensando que son más con el Arte de las Letras y otras ciencias esotéricas del sufismo) y entiende que está influido por la lógica de Al-Ghazali.
Señala que el Arte luliano está siendo considerado como posible antecedente distante de la moderna lógica simbólica, pero advierte que va «mucho más allá». Según ella, «la peculiaridad del Arte luliano es la utilización de letras del alfabeto, combinadas en figuras geométricas para el tratamiento de problemas,… de cuestiones que parecen corresponder aproximadamente a las categorías aristotélicas, por medio de la manipulación de las letras en las figuras… Lulio pretendía que su Arte era más que una lógica, era una manera de encontrar y demostrar la verdad en todos los compartimientos del conocimiento…», especialmente en la esfera teológica para convertir a judíos y musulmanes.
He aquí algunas consideraciones de Yates sobre LLull tomadas de los dos libros cuyas portadas vemos en este post.