Etimologías para meditar
El «sacrificio intelectual» en pro de lo divulgativo realizado por Javier Sierra en esta novela se evidencia igualmente en recurrir tan solo a algunas etimologías y un anagrama para mostrar el «poder de las palabras«, sin recurrir a la Ciencia de las Letras del sufismo ni a la hermeneútica kabalística, limitándose tan sólo en una ocasión a citar el diálogo «Crátilo» de Platón, que se considera como la primera obra escrita sobre el origen del lenguaje y donde se debate acerca de la naturalidad/convencionalidad de las palabras, por lo que investigadores hay que califican a Platón como fundador de la lingüística.
En el «Crátilo» quiso Platón exponer las teorías contrapuestas en torno a la conexión de las palabras-nombres con sus sonidos y significados, esto es, sin se debe a puro arbitrio o si, por el contrario el sentido, su significado, se debe a la naturaleza inherente a dicha palabra. Siglos después el neoplatónico Proclo escribiría un Comentario al Crátilo en cuya lectura estoy inmerso actualmente y que recomiendo ya que en este comentario queda patente que «la etimología antigua guardaba una relación estrecha con la religión, con la explicación del mundo, con la función poética, y con la argumentación», como señala Francisco García Jurado en su ensayo «La etimología como forma de pensamiento«. En Crátilo, nos dice René Guénon, Platón aplicó un tipo de hermenéutica comparable al Nirukta en la explicación de términos importantes o difíciles en los Vedas.
Mas volvamos a Javier Sierra con su novela. David Salas, el protagonista de El Fuego Invisible – no lo olvidemos- es profesor de Lingüística y se autodefine como «experto en palabras» y estudioso de la etimología «de ciertos términos«, y en esta aventura él, animado por Victoria Goodman, se embarca en la búsqueda etimológica literaria de la palabra «Grial». Ya anteriormente, en otras novelas, Javier Sierra había recurrido a desvelamientos etimológicos, como por ejemplo en El ángel caído.
«La palabra es la llave para acceder al alma del mundo. Y los escritores somo los chamanes que velamos por ella», indica la sacerdotisa-gurú de la novela, esto es, Victoria Goodman. Por su parte el abuelo escritor de David Salas enseñó a su nieto que «las palabras nunca son frutos del azar», y jugaba con él a «desnudar las palabras» para descubrir su origen etimológico. ¿Cuáles en esta novela «desnuda»? Helas aquí: Atanor, Atanasio, Cantos, Camino, Entusiasmo, Éxtasis, Artificial, Utopía, Expósito, Puro, Pez, Ombligo, Alma, Onfalos, Daimon, Grial, entre los topónimos, destacaré Montjuic.
Juega también Javier Sierra con otro tipo de cripticismo: el de las alusiones veladas en los nombres propios y apellidos. Ya comenté que Victoria Cirlot está detrás del nombre propio de la sacerdotisa-guru, Victoria Goodman. Y añadiré ahora que la novela, cual epopeya heroica, concluye con la victoria del hombre bueno (Goodman). Así mismo, en el apellido de la directora del área de colecciones y restauración preventiva del Museo Nacional de Arte de Cataluña, que es además «autora de un exhaustivo estudio sobre las pinturas románicas de Tahull», Beatrice Cortil, se esconde el apellido Cirlot si trastocamos las letras (no olvidemos, por cierto, que Juan Eduardo Cirlot, padre de Victoria, es uno de los grandes investigadores del simbolismo, así como gran poeta)…