Iniciación de Gines de Lara en San Polo de Soria (M. Roso de Luna)

Transcribimos el inicio de la segunda parte del capítulo V del relato «La Demanda del Santo Grial» del teósofo Mario Roso de Luna en su libro «Del Árbol de las Hespérides» (1923).

En el sublime retiro de los Templarios de Santo Polo, en el alto Duero, de junto a Soria, recibió paternal a Ginés de Lara el anciano comendador, nuevo Moisés de apostólicas barbas, que se llenó de júbilo al ver enriquecida la ya decadente Orden, terror de los infieles y protectora de peregrinos, con aquel vastago de los Infantes de Lara venido a engrandecerla sin duda con las promesas de una virtud ejemplar y una mentalidad poco común en aquellas gentes de entonces, que parecían haber nacido sólo para la caza y para la guerra. Como Simeón al recibir en sus brazos a Jesús para circuncidarle, levantó los ojos al cielo el buen freiré y exclamó en alta voz al bendecirle:

— ¡Magníficat animan mean…! ¡Tú destino, hijo mío, no será como el de los demás mortales, y siento no vivir quizá lo bastante para conocerle!

En efecto, no bien hizo el joven burgalés al año siguiente sus promesas solemnes y ternarias en manos del viejo patriarca la noche de San Juan, a puerta cerrada, en el románico Monasterio donde veló las armas, cuando se le desarrolló una afición tal al estudio que pasó días y meses sin hacer otra cosa, previa licencia especial de aquél y sin que su salud se resintiese. Empezó por empaparse a fondo en los misterios del Temple, reflejo de los misterios báquicos, eleusinos y pitagóricos del Oriente, Iglesia simbólica de la cual como ha dicho César Cantú el templo material era sólo figura. Siguió aprendiendo cuanto sobre la Historia de la Tierra y la del alma, antes de su caída a este mundo y después de su tránsito mortuorio, se enseñase en aquéllos.

De fuentes perfectamente gnósticas en secreto conservadas en el monasterio y que diferían grandemente de las cristianas al uso del vulgo, supo también el alto valor iniciático que en sí mismo tienen los procedimientos crítico-analógicos y simbólicos que fueran el alma de aquella escuela alejandrina de los filaleteos o «amantes de la verdad», escuela sintética del siglo IV, fundada por Amonio Sacas, el gran ecléctico autodidacto, y por Plotino, el continuador de Platón a través de los siglos, con doctrinas que aún son básicas en la moderna Teosofía, merced a lo cual bien pronto se puso en condiciones como nadie de recibir el grado de Maestro en aquella iniciación ocultista aportada del Líbano a Europa por los célebres caballeros cruzados Hugo de Payens y Godofredo Saint-Hilaire, iniciación que tenía ramificaciones poderosas en todo el mundo de Occidente.

Siguiente episodio: Iniciación de Gines de Lara y Montalbán en San Juan de Duero-Soria (M.Roso de Luna)

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