Fue en la facultad de Ciencias de la Información de la UAB, en Bellaterra, cuando comencé forzadamene a leer algo sobre cibernética y también sobre la teoría matemática de la información, pero como eran lecturas obligadas para alguna asignatura y un servidor es de Letras y no de Ciencias, uno memorizó lo que pudo, se examinó y santas pascuas.
Pero cuando ví 2001.Una Odisea en el espacio en dos cines de Barcelona, entonces sí que me llegó dentro ese mensaje final de que los ordenadores, tipo Hal, quizás podrían ser realidad algún día, con sus propios sentimientos y autonomía reflexiva. También, en aquellos años universitarios, vi Blade Ranner en la Filmoteca y todavía estoy con la sospecha de que el protagonista, interpretado por Harrison Ford, no era humano sino un replicante nexus 6 (un cyborg muy humano). Y no me canso todavía de ver por enésima vez esa escena de la muerte del replicante que interpreta Rutger Hauer. Se lució verdaderamente Ridley Scott en esta película de 1982 pionera del ciberpunk, aunque el mérito creativo, el inventor de este tipo de cyborgs, fue el siempre interesante e «iluminado» escritor Philip Kindred Dick (muy influido por la obra de Jung) con su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que se adaptó para convertirla en Blade Runner.
Y posteriormente llegaron muchas otras películas en las que las diversas especulaciones sobre inteligencia artificial en robots (basándose generalmente en las tres leyes de la robótica de Asimov) y cyborgs fueron expresándose con mayor o menor acierto y menor o mayor base científica y psicológica, entre las que quiero destacar muy especialmente DARYL (1985), El hombre bicentenario (1999) e Inteligencia Artificial (2001) y, sobre todo, Matrix (1999). Y ayer vi Her, «Ella», con guión y dirección de Spike Jonze, que está nominada a varios Oscar, cuyo protagonista principal y que lleva el peso total del filme es Joaquin Phoenix.. y cuya trama, en un 90 por ciento, es perfectamente explicable a partir del concepto junguiano de Anima, como acontece -en buena parte- con la película que comentamos anteriormente, La fuente de la Vida (Aronofsky, 2006).
Encuentro de Jung con el Anima
Carl Gustav Jung, tras concluir su amistad con Freud en enero de 1913 y ser marginado por el movimiento psicoanalítico freudiano, se retiró de diversas actividades profesionales y, practicamente recluido en su casa familiar de Kusnacht (Suiza) vivenció un «viaje chamánico a las profundidades de la psique» inmerso prácticamente en una especie de psicosis, que hoy podemos conocer pormenorizadamente a través de manuscrito y miniado Libro Rojo, que refleja, a través de su técnica de la Imaginación Activa, los diálogos que su mente consciente o ego mantuvo con figuras provenientes de «lo inconsciente colectivo», esto es, imagos arquetípicas, entre las que destaca una figura femenina que él conceptualizó posteriormente en su obra psicológica y que denominó Anima.
Jung supo personificar tales irrupciones emocionales de contenidos numinosos de esa zona de la psique humana que él denominó inconsciente colectivo. Y dejó que «hablasen por sí mismas». Su yo consciente o ego dialogaba con ellas y luego las representaba en dibujos y en bajorrelieves pétreos o plasmaba en escrito tales diálogos. No eran figuras «inventadas por su mente psicótica», sino que él las consideraba dotadas de una «realidad psíquica» plena.
El doctor Ramón Sarró -cofundador del «Círculo Junguiano de Barcelona» junto con Juan García Font, y a quienes tuve el placer de conocer y entrevistar en mi época universitaria- en su estudio preliminar de la edición española, en Miracle, de libro de Jung, «El Yo y el Inconsciente»- se refería a este período de Jung de adentramiento en el inconsciente, en estos términos:
«Estas fantasías eran, a veces, espontáneas, otras, provocadas… Otras veces, para provocarse fantasías imaginaba un descenso a las profundidades variables, en unos casos comparable «a una profundidad de trescientos metros», otros a «una profundidad cósmica»… En otros casos, Jung dibujaba o esculpía. En sus memorias consta cómo recobró el equilibrio, que veía amenazado, en la época visionaria: puliendo y esculpiendo materiales pétreos (…) Sin duda que en otra época hubiera sido un «medium», o un profeta, o un poeta. Las imágenes que veía evocan la imaginación de un Dante o de un Blake (…) Debe tenerse en cuenta que la técnica que seguía con las imágenes, con sus sueños, fantasías y visiones, no sólo consistía en amplificarlos transportándolos a los grandes escenarios míticos y legendarios, sino también en lo que podríamos llamar «densificación», es decir, convertía los espectros en seres, las apariciones fantasmales en personajes concretos, si bien simbólicos. Su capacidad de artista plástico no le abandonaban ni en la zona de las imágenes del inconsciente (…) Si realmente hay que establecer contacto con la realidad del inconsciente, con quien debe enfrentarse el individuo, con quien debe «dialogar» en la medida en que aceptemos esta expresión, es con los arquetipos, o sea, puesto que éstos son invisibles, con las imágenes en las que se encarnan».
¿Qué entiendo yo por arquetipos junguianos? Podría decir que son núcleos energéticos transpsíquicos (psicoideos los calificó finalmente Jung) al que están subordinados los aconteceres psíquicos de cualquier tipo en todo ser humano. Los arquetipos son nouménicos (en la terminología de Kant) y no pueden conocerse ni «verse», pero sí, en cambio, su plasmación fenoménica en el psiquismo humano a través de intuiciones, sentimientos, visiones, pensamientos… ( «imagos arquetípicas simbólicas» en definitiva).
Jolande Jacobi lo explicaba así: «En el fundamento arcaico de lo psíquico, como ‘puntos nodales’ y ‘núcleos de significación’ cargados de energía del entramado psíquico infinita e intemporalmente ramificado, están los arquetipos que constituyen lo inconsciente colectivo, el fundamento universal (humano-general), de toda psique individual. Aquí hemos de distinguir entre el arquetipo en sí, que no es perceptible, y que existe tan sólo como condición estructural y posibilidad potencial, perteneciendo a la esfera psicoide de la psique, y el arquetipo que es ya perceptible, que ha sido ‘presentado’ a la consciencia y que ha de ser considerado casisiempre como símbolo. Está igualmente presente en sanos y enfermos, siendo fundamentalmente de la misma naturaleza en ambos. Al igual que sobre unos mismos cimientos se pueden elevar edificios de diversos estilos y tamaños, una misma forma arquetípica fundamental puede constituir el fundamento de las más variadas formaciones. Su ‘valor posicional’ dentro de todo el sistema de referencia psíquico está determinado con arreglo al contenido que llena el arquetipo y la carga que reciba. Con ello se ponen también de manifiesto el sentido, la importancia y el papel que le corresponden en cada caso»
Y uno de los más importantes arquetipos es el Anima. que conforma la estructura psíquica femenina en todo varón, según la Psicología de Jung, la cual es generalmente inconsciente y que se «proyecta» especialmente en las relaciones que mantiene con toda persona del género femenino, sin que se dé cuenta de que, el soporte-fundamento psíquico en tales relaciones el el arquetipo del Anima. La tarea psicológica del varón que quiere «autorrealizarse» consiste, según Jung, en ser consciente de tales proyecciones ( de esa forma, por ejemplo asumir sus propias acciones y no echarlá la culpa a la otra persona por aquello que le desagrada en el rumbo que va adquiriendo tal relación,sobre todo si es su pareja), integrar las «imagos del Anima» en su yo consciente y alcanzar las modalidades arquetípicas más sublimes del Anima, como logra el protagonista de La fuente de la Vida al final de la película.
Her, un Anima cibernética
Ignoro cuál es el bagaje intelectual del guionista y director de Her, Spike Honze, y si habrá leído algo de Jung directa o indirectamente, aunque supongo que sí porque muchos guionistas lo hacen, sobre todo tras el éxito adquirido por el libro de Christopher Vogler titulado “El viaje del escritor: Las estructuras míticas para escritores, guionistas, dramaturgos y novelistas”. Pero, sea como fuere, el hecho es que para cualquier junguiano o lector de Jung es más que evidente que la relación que mantiene el protagonista con ese ente cibernético femenino, Samantha, no es sino una forma de reflejar cinematográficamente los diálogos del ego consciente masculino con el Anima y las emociones subsiguientes en diversos planos (desde el sexual al intelectual). Y de hecho hay ya al menos un comentario junguiano en internet al respecto, cuya lectura recomiendo por ser complementaria a este post que escribo (úsese el traductor de google para los que no leemos el inglés): HER, A Really Great Operating System.
El protagonista, un escritor de cartas por encargo a todo tipo de familiares y amigos de otras personas, está en proceso de divorcio y no ha conseguido reconciliarse con su esposa emocionalmente (al final de la película lo hará merced a la maduración consciente que logra a través de su relación con Samantha, el Anima cibernética). Y en su soledad y dolor (pues tiene «el corazón partío» como canta Alejandro Sanz), compra un software novedoso, un sistema operarativo inteligente que se personaliza para su intelecto y sentimientos: Samantha.
Samantha pasa a ser «la mujer ideal» de Theodore, pero intangible, inmaterial, cibernética. Se comunica con ella a través de un audífono-micrófono y de cualquier instrumento informático enlazado a internet, y ella le ve, y observa su mundo, a través de las «cámaras digitales» insertas en el monitor de su ordenador o en el smartphone. Esa relación hace que Theodore vaya aislándose más y más de cualquier tipo de relación humana, como les acontece a otros miles de personas que también utilizan sistemas operativos inteligentes de ese tipo. Hay dos escenas que testimonian tal soledad intercomunicativa humana: la de la playa y cuando se sienta a la entrada de las escaleras que bajan al metro.
El sistema operativo inteligente Samantha va aprendiendo por sí mismo, madurando como ente autoconsciente, y llega un momento en el que -junto a las demás personalizaciones del Sistema Operativo Inteligente Central-, le abandona pues el conocimiento adquirido por el Sistema Operativo Inteligente Central -merced a sus personalizaciones, como Samantha- le ha llevado a un grado de autoconsciencia muy superior al de la mente humana, como acontece por ejemplo en la novela Golem XIV de Stanislaw Lem (el Golem, de hecho, es una «criatura» mágica creada por el manejo de las letras hebraicas en la literatura cabalística medieval, tergiversado por el novelista Gustav Meyrink y cuya obra fue trasladada al cine mudo alemán en 1916).
Pero antes Theodore descubre la impersonalidad de Samantha cuando, sentado ante las escaleras del metro, se da cuenta de que todos los que suben están igualmente irradiando felicidad mientras hablan con sus sistemas operativos en los smarphones. Tiene la intuición de que la relación que mantiene con Samantha no es «personal», y entonces le pregunta sí está relacionándose al mismo tiempo (instantáneamente) con otras personas, y ella le dice que sí… que con varios centenares. Y aquí es donde el elemento psicoideo-transpersonal-colectivo del «arquetipo del Ánima» queda revelado, pues el arquetipo-en-sí, como núcleo energético de esos ámbitos transpsíquicos que Jung denominó malamente como Inconsciente Colectivo, afecta a la Humanidad entera, y no a un individuo en concreto… aunque, eso sí, lo que se «individualiza» fenoménicamente es la «imago arquetípica», que en esta caso es Samantha.
En fin… que podría estar escribiendo párrafos y más párrafos sobre la proyección del Ánima por parte de Spike Jonze en su película Her, pero creo que con lo dicho y los enlaces que he ido incluyendo es más que suficiente. Y claro está.., del diálogo interno entre el ego consciente de Jung con esas figuras femeninas del «inconsciente colectivo» a este diálogo externo utópico-cibernético con un programa informático muy avanzado… va un trecho. El diálogo con el Anima es posible, aquí y ahora, sin ordenador por ningún lado, por supuesto… Ahí nos esperan «realidades psíquicas y del Mundo Imaginal» que nos pueden transformar «de los pies a la cabeza».
El otro tema importante de la película es la propuesta de «conscienciación» por parte de las «inteligencias artificiales». ¿Qué es la consciencia..? Mucho se ha escrito sobre ello y muchos enfoques e interpretaciones se han dado y se seguirán exponiendo. ¿Puede un robot, o un ciborg ser autoconsciente..? ¿Y llegado el caso, adquirirán mayor autoconocimiento de sí mismos que la mayoría de los seres humanos hacia su psiquismo propio..? Son cuestiones que cada cual se responderá como considere oportuno en función de sus lecturas, visionados de películas, meditaciones…etc.
Y por último quiero mostrar mi repulsa a esa sociedad cibernetizada que presenta Spike Jonze en la que las relaciones humanas se van perdiendo a marchas aceleradas porque, en su lugar, se incrementan hasta establecerse como imperantes y casi exclusivas las relaciones con el ordenador, smartphones, etc… con inteligencias artificiales que no precisan de una persona detrás escribiendo en el teclado digital o manteniendo un chat audiovisual. Ese reemplazo de la persona humana, y de las relaciones humanas directas -de tú a tú, de cara a cara, de piel a piel-, por las cibernéticas que se muestran en esta película, es llevar al extremo la irrupción tan explosiva y mundial que han tenido las redes sociales en internet (pero siempre hay una persona detrás del teclado o de la cámara o micrófono, lo que no acontece en el film de Spike Jonze). La comunicación interpersonal no sólo es verbal, sino multisensorial pues los otros sentidos corporales están presentes (vista, gusto, tacto), además de otros flujos comunicativos no-verbales que impregnan cada segundo en cada relación, haciéndolas únicas y multi-significativas.
Y concluyo insertando dos canciones, la de la banda sonora que está nominada a un Oscar, y una segunda que un servido (pues uno no sabe inglés), prefiero como manifestación musical cuya letra expresa perfectamente lo que es la «Imago del Anima»: «Y si fuera Ella» de Alejandro Sanz.